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Hemos comentado alguna vez que la cabezonería y testarudez, consideradas desde siempre cosa de gentes torpes y de escasas luces, pasaron en las últimas décadas a ser calificadas de gran virtud, no sólo para políticos (el presidente Sánchez se jacta de ello), sino también entre deportistas, actores y actrices, empresarios, intelectuales y gente en general. Es decir, gente triunfadora. Si se pregunta a cualquier sujeto con éxito en lo suyo, siempre contará muy ufano que tal éxito se debe a su monumental terquedad, que le permitió superar innumerables obstáculos. Sin duda el siglo XXI es el de los cabezotas, y más en España, donde mantenerla y no enmendarla es dogma de fe, y hasta los niños pequeños saben que jamás, jamás, deben dar su brazo a torcer. Con razón o sin ella, sólo gana el más empecinado. Disparatado, en efecto, pero es imposible luchar contra esa idea dominante en la actualidad. En lugar de ello, hoy hemos decidido nombrar cabezota del año 2022 al más terco y obcecado de entre esa multitud de cabezotas con méritos para el galardón (sin dotación económica) que me acabo de inventar. Y aunque durante buena parte del año lideraba la clasificación la ministra de Igualdad con la ley trans y la de libertad sexual, y los avatares de esta última le permitieron una exhibición final de testarudez que la distanció de cabezotas clásicos como Iglesias, Ayuso, Borràs o el propio Sánchez, cuando ya parecía ganadora, he aquí que viniendo de atrás irrumpió en un sprint fulgurante, inhumano en su tozuda obcecación, el magistrado y ministro de Interior señor Marlaska, y su insistente negativa a ver muertos en la matanza de la valla de Melilla. Casi medio año lleva Marlaska, con cabezonería jamás vista y contra todas las evidencias mediáticas y documentales, repitiendo que no hubo muertos en España (a dos o tres centímetros, quizá sí), igual que si estuviera discutiendo si la pelota (el muerto) traspasó o no traspasó totalmente la raya de gol. Y de ese burro no se apea, por más que le vapulee y le llame embustero la prensa, el Parlamento y Europa. Un campeón de la cabezonería, el cabezota del año. Y había rivalidad. Según el saber popular, este hombre llegará lejos.