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Tras reformar el delito de sedición con el alboroto que era de esperar, al Gobierno le bastó no negar la posibilidad de hacer lo mismo con el de malversación a exigencias de los independentistas, para generar un griterío mayor, pero transversal, pues no sólo la derecha sino también la izquierda, mostró su estupor ante la idea de despenalizar la figura delictiva de la autoridad o funcionario que sustrae caudales públicos en beneficio propio. Es decir, de la corrupción monda y lironda. Idea que, además de a Puigdemont y otros líderes indepes, beneficiaría a los corruptos del PP. Se podría decir que el Gobierno, sin hacer nada y sólo por no negar categóricamente ese disparate, incurrió en delito de malversación cultural, al sustraer caudales ideológicos y activos culturales de la izquierda en su propio provecho. Por suerte para ellos, el delito de malversación cultural no existe. Y es lástima, porque cuando aún no ha cesado el escándalo, estalló otro caso más grave de malversación cultural, a la que el Gobierno parece haberse aficionado. La ley del sí es sí y sus calamitosos resultados, que con la mejor intención (se supone) amenaza arruinar los caudales públicos del feminismo, debido a la apropiación indebida que de ellos hace la ministra de Igualdad. Y eso que durante la larga gestación de esta ley se les avisó con reiteración (hasta yo lo hice) de los posibles fallos. Pues nada. Tozudez infinita. Estos días está ocurriendo algo jamás visto en la historia de España: izquierda y derecha parecen coincidir en algo. Sólo lo parece, pero vale la pena destacarlo. El desastre de esa ley, y sobre todo, la desastrosa respuesta de sus autoras, que se niegan a corregirlo. Hemos leído en una semana centenares de comentarios, todos ellos repitiendo cómo es posible que una ley redactada precisamente para evitar las interpretaciones machistas de ciertos jueces ante las agresiones sexuales a mujeres, lejos de evitarlas las facilite. Las hace casi obligatorias. Malversación cultural sería la explicación. Dilapidar, por ignorancia y tozudez, el caudal político de conocimientos, experiencia, avance feminista y acervo cultural que tanto costó acumular. Y ojo, que todavía falta le ley trans. Lo están malversando todo. Pero claro, el delito de malversación cultural no existe.