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Con negocios verdes no nos referimos a los subidos de tono, muy sexys, sino a los que se deben estar gestando en la COP27, nueva cumbre climática nada menos que en el opresivo Egipto, en un balneario para ricachones en pleno desierto. Quizá les extrañe que el adjetivo verde, que designaba a ciertos chistes y luego, hace décadas, a los primeros partidos ecologistas que luchaban por la salud medioambiental del planeta, sea desde hace tiempo un reclamo comercial, casi un eslogan que vale para todo, y lo mismo sirve para vender electrodomésticos que Biblias, y hasta automóviles. O para dignificar las centrales nucleares. Todo debe ser verde, incluida una cumbre climática en Egipto. El capitalismo todo lo engulle, de cada desastre extrae una oportunidad, y los buenos emprendedores son capaces de monetizar hasta los ataques y críticas que reciben. Hasta la Biblia, decíamos. No les extrañe que el calificativo verde sea hace tiempo un eslogan publicitario, una marca de garantía, y lo usen también las grandes compañías hidroeléctricas más contaminantes. Esto se logra mediante la imposición del famoso relato, que como su nombre indica, siempre es ficción. Realista, fantástica o costumbrista, pero ficción. Y puesto que tenemos un activo mercado de emisiones de C02, no sería raro que pronto se hablase de C02 verde. Todo se andará. De momento, lo que está más de moda es el hidrógeno verde. ¡Hidrógeno verde, la gran solución! ¿Y se puede saber qué es eso de hidrógeno verde? Pues más o menos, hidrógeno generado con energías renovables, y dos o tres veces más caro que el convencional. Un gran negocio, al parecer. Por algo es verde, y no gris o parduzco, como el 99 % del hidrógeno producido en el mundo mediante, por ejemplo, electrólisis del agua utilizando combustibles fósiles. Buena idea, aunque muy verde todavía, puesto que se pretende que este feliz hidrógeno verde, la gran panacea, constituya el 15 % de la energía de la UE allá por el 2050. A mí este relato del hidrógeno verde me recuerda Qué verde era mi valle, peli de Ford de 1941 sobre unos mineros galeses del carbón. Y es que el adjetivo verde, y los negocios verdes, ya vienen de antiguo. Como las cumbres climáticas.