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S e nos está llenando el mundo de analfabetos y lo peor es que muchos tienen tendencias violentas que parecen imposibles de frenar, porque la legislación no las persigue y las autoridades se ven atadas de pies y manos si no tienen leyes a las que agarrarse. Estos días pasados un tipejo de 23 años agredió a otro y le acusó de ser «maricón» por ir vestido de mujer. El asalto acabó con una patada en la cabeza. Violencia extrema, prejuicios y la ridiculez de pensar que el resto de la gente tiene que hacer lo que tú digas. El agresor es un inmigrante marroquí, seguramente criado en un ambiente tradicional, carca y racista. La víctima es un chico de dieciocho años ataviado con prendas femeninas y zapatos de tacón en la noche de Halloween. Pero eso es irrelevante. Sus preferencias sexuales, también. Lo que a mí me chirría es cómo la mayoría de las personas lo ignora casi todo sobre casi todas las cosas. ¿Qué es vestirse de mujer? ¿Qué representa? En Marruecos, de donde procede este indeseable, los hombres llevan faldas largas. Durante toda la historia de la Humanidad los hombres han llevado vestidos, túnicas y faldas que hoy se considerarían «femeninas». Y también el cabello largo, incluso con elaborados peinados hoy solo reservados a las féminas. El uso del pantalón es tan reciente que es anecdótico en la historia humana. Y ha sido patrimonio masculino –independientemente de si esos hombres que los llevaban eran heteros o no– apenas durante un siglo. Luego los adoptaron también las damas. Lo que el agresor desprecia no es la ropa, ni siquiera las apetencias sexuales del otro. Lo que odia es la diferencia. El atreverse, el llamar la atención, el ser distinto. El chiste está en que el que acusa, agrede y odia pertenece, precisamente, a una minoría.