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El líder chino Xi Jinping ha sido confirmado para un tercer mandato, nada parece cambiar en ese país. El tiempo no corre. En febrero de 1993 durante una visita oficial a China, el presidente Felipe González le preguntó al entonces presidente chino, Yang Zemin, como era que ellos manejaban las (supuestas) reformas bien mientras que los rusos parecían fracasar. Yang Zemin le contestó: «Es fácil. Nosotros cuando hacemos un brindis gritamos ganbei y apenas tomamos un sorbo. Los rusos gritan zdorovie y vacían de un trago la copa de vodka».

El año 1991 se inició en la URSS con los tanques soviéticos disparando contra los manifestantes proindependencia en Lituania y en Letonia, causando numerosas víctimas mortales. En marzo, el 76 % de los ciudadanos votaron a favor del mantenimiento de la URSS y sin embargo, ésta desaparecería el día de Navidad. Entre medias, golpe contra Gorbachov y disolución del PCUS. En China, cambios de este calado precisarían de siglos.

En mi carrera diplomática he conocido dos diplomacias con las que es muy duro negociar. Una es la de China porque planifica a 50 años vista y nunca cede y nunca se equivoca. La otra es la diplomacia vaticana ya que tiene la eternidad por delante y tampoco cede porque está en posesión de la verdad revelada.

Putin, como supuesto albacea de la extinta URSS, pretende tener el mismo poder para doblegar países y voluntades que tenía la URSS. Quiere mandar y ocupar, si es preciso. China quiere influir y estar con los que mandan, pero no pretende imponer nada, salvo que le ‘toquen’ el Tíbet. Su estrategia pasa por la economía y el comercio, por ser la primera potencia económica mundial. Por eso, ahora se siente incómoda con Putin, no es su estilo, pero no quiere dejarle solo. China no ha sido nunca invasora pero la URSS sí. Su concepto geoestratégico es diferente. Ambos tienen algo en común. En China no se han aplicado nunca los valores y derechos proclamados en la revolución francesa y en la Ilustración. Rusia no se siente comprometida con los valores europeos.

Eso quiere decir que no nos enfrentamos a ellos con la misma escala de valores. El escenario es sobre todo un tablero de ajedrez, no es un ágora donde se debate la democracia. Si no lo entendemos así nunca podremos convencer a Xi Jinping de que abra el país ni a Putin de que termine la guerra de Ucrania, por ejemplo.