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El historiador manacorí Antoni Tugores acaba de publicar un luminoso libro sobre la prensa falangista en la Guerra Civil. Se titula Les plomes de Franco y analiza por primera vez la conversión del periodismo en propaganda en aquellos años durísimos. Revela que en Manacor hubo al menos cinco asesinatos de periodistas del semanario izquierdista Nosotros. Además, reproduce las más extravagantes soflamas fascistas y las analiza en un texto cargado de opinión y sátira.

Conozco a Tugores desde hace 12 años. Coincidimos un día en una radio y desde entonces me ha ayudado y animado en mis investigaciones. Su carácter es tranquilo y afable. Tiene humildad y empatía. Siendo uno de los primeros (y mayores) defensores de la Memoria Democrática, sabe reconocer los hechos de ambos bandos y no se ahorra calificativos en condenar los desmanes republicanos. No es un militante del guerracivilismo sino de la reconciliación, y eso ya es decir mucho en el panorama actual. Por ello, me alegro de que siga publicando.

Tugores investiga una ciudad, Manacor, que sufrió especialmente los horrores del fascismo por su cercanía al frente de la Batalla de Mallorca. Estos días se le ha reconocido su papel como investigador de los asesinatos en el cementerio de Son Coletes, donde acaba de ser identificada la militante comunista Aurora Picornell. Sus libros Manacor La guerra a casa, La historia robada y Moriren dues vegades son referencias obligadas y nos han permitido llegar al lugar que estamos hoy de reconocimiento y dignificación de muchas víctimas.

Ahora aborda un tema muy original. Salvo los trabajos de Arnau Company y Antonio Ruiz, apenas tenemos estudios históricos sobre la prensa balear. Con este libro, sabemos que la represión contra el periodismo también fue salvaje. Tugores nos cuenta que al inicio de la guerra fueron asesinados dos dibujantes y el director del semanario Nosotros. También ejecutaron al hermano del director y a uno de los repartidores de la publicación, Manuel Pérez Ferrari. El caso de este último fue especialmente cruel porque después fusilaron a dos de sus hermanos y a su padre. «Cuatro muertos en una sola casa», recuerda Tugores. Muchos de los colaboradores del seminario fueron también procesados.

La represión fue tal que hoy es difícil encontrar ejemplares de Nosotros. A partir del 18 de julio de 1936 solo circularía su competidor, Voz y Voto, que era de línea conservadora y pasó a ser ‘militarizado’ por los falangistas. Poco después cambiaría de nombre: primero Renacer y después Arriba, «dejando clara la ideología fascista». Aunque analiza sobre todo la prensa ‘nazional’, Tugores reconoce que «la prensa del otro bando cayó en los mismos errores y manipulaciones, no caben maniqueísmos».

También habla de otros periodistas, como el corresponsal francés Guy de Traversay, que fue fusilado por los fascistas y cuya historia se merece un artículo aparte. Sobre uno de los periodistas antifascistas más conocidos, Jordi Martí Rosselló, alias el Mascle Ros, Tugores dice que es «un verdadero enigma» que el régimen no le sancionara. Algunos creen que es porque tenía un hermano militar. También pudo influir que perdiera tres sobrinas en un bombardeo republicano en mayo de 1937.

Me ha sorprendido un error en el prólogo del escritor Sebastià Alzamora. Dice que el PP sigue sin condenar el golpe militar de 1936. Solo hay que buscar en Google para saber que lo hizo en 2002. Una afirmación impropia de un libro de la talla de Tugores.