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Al parecer y según oímos decir a toda clase de personajes más o menos famosos, lograr cualquier pequeño éxito hoy en día requiere un esfuerzo desmesurado. Excesivo. Todo, absolutamente todo, cuesta muchísimo. No nos referimos ahora a la inflación, ni al hecho incomprensible de que incluso en los países más ricos y desarrollados del mundo, para la mayoría de la gente sólo levantarse por la mañana sea ya un trabajo titánico, y más aún llegar vivos a la cama por la noche, esfuerzo que por fuerza repercute en la salud mental. Tanto para tan poco es el signo de los tiempos, y recuerdo a un forzudo compañero de colegio, que luego hizo carrera política a nivel regional, que era capaz de lanzar una brizna de hierba (reglamentaria, de 1,5 cm) a 1,84 metros, hazaña deportiva colosal. Sin viento, porque con viento no es válido el lanzamiento de brizna. Una disciplina no olímpica, pero muy ilustrativa de lo que estoy diciendo, porque exige coordinar la fuerza bruta con la sutileza, igual que en la política y la literatura. Y total, para nada.

En cuestión de esfuerzos desproporcionados para alcanzar un objetivo irrisorio, aunque dirigentes políticos y empresariales, escritores, cineastas y tal, presuman de los sacrificios exagerados que han tenido que hacer para ser lo que son, nada como el lanzamiento de briznas. Ahí se ve quién está dispuesto a darlo todo (por una nimiedad), y quién no tiene talento para ello. Debería ser el deporte de moda en estos tiempos de esfuerzos desmedidos. En primer lugar, no es preciso haber leído las interminables Hojas de hierba de Whitman para saber que una brizna, por su tamaño, peso y forma, es un objeto totalmente inadecuado para lanzamientos. El 99,7 % del impulso se echa a perder, como en la política y el arte. De ahí la desproporción del esfuerzo. Pruébenlo en el pasillo de su casa; si alcanzan 1,86 metros, fácilmente podrían llegar a presidentes autonómicos o afamados autores de novela negra. Pueden lanzar la brizna tipo jabalina o discóbolo; peso no, es de tontos. Algunos utilizan sólo la muñeca, como en el tiro a canasta, pero hacen el ridículo. Ni 40 cm. El lanzamiento de brizna no es para gilipollas, o no para tan gilipollas.