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Una inflación del nueve por ciento en el mundo desarrollado indica un problema global y no un problema fruto de las distintas políticas nacionales implementadas para hacer frente a la pandemia, tal y como algunos pretenden hacernos creer. A parte de los problemas de oferta asociados a la guerra de Ucrania, a la escasez general de recursos (sobre todo minerales) y al transporte de mercancías (ojo con el estrecho de Taiwán…), también estamos ante una situación de escasez de mano de obra a nivel mundial: la COVID ha matado o inhabilitado a muchísimos trabajadores difíciles de reemplazar en el corto plazo. Esto ha creado cuellos de botella y aumentos de los costes de producción y, por tanto, de los precios.

La subida de los tipos de interés con la que se pretende frenar la inflación no va a crear trabajadores cualificados ni va a resolver los problemas relativos a las restricciones del transporte mundial y a la escasez de recursos. Es más, paradójicamente, tipos de interés más altos pueden generar inflación al encarecer el pago de las hipotecas de los hogares. Además, mayores tipos de interés disuaden aquellos que se planteaban pedir una hipoteca, lo que hace aumentar la demanda de alquileres y eleva su precio. La vivienda en España representa aproximadamente un tercio de los gastos totales del hogar, siendo este porcentaje mucho mayor en los hogares de renta baja.

A diferencia de la política monetaria, la política fiscal puede ayudar a combatir algunos de los actuales problemas de suministro en el corto plazo. Por ejemplo, se puede reducir temporalmente el IVA de muchos productos y poner, de una vez por todas, voluntad (los mecanismos ya existen) para controlar que las rebajas fiscales no vayan a parar al bolsillo de las empresas. Por otro lado, la rebaja del IVA tendría que ir acompañada de una elevación de los impuestos sobre la renta de los hogares de rentas altas para que los recortes impositivos no generen inflación por el lado de la demanda. Adicionalmente, para asegurar que los ingresos de la Hacienda no menguan (somos uno de los países de la Unión Europea con menor recaudación tributaria como porcentaje del PIB), se podrían introducir impuestos especiales a empresas que operan en condiciones de oligopolio. Creo que estas medidas de corto plazo (y, quizás, transitorias) ayudarían a quienes se encuentran en la parte inferior de la distribución de la renta. Por el contrario, cuando los bancos centrales elevan las tasas de interés, los hogares de bajos ingresos y endeudados son los más perjudicados.

Por último, la política fiscal también debería ir en la línea de conceder rebajas y ventajas fiscales a las empresas que apuestan por el teletrabajo, así como a reducir significativamente las tarifas del transporte público. En este caso, y sin que sirva de precedente, aplaudo las iniciativas del gobierno autonómico balear y del gobierno alemán, entre otros, de subsidiar los billetes de trenes y autobuses. Al alentar a la gente a pasar menos tiempo al volante, estas políticas ayudarán a bajar el desorbitado precio de la gasolina y aliviarán un poco el gasto de los hogares.