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Alberto Núñez Feijóo puede hacer presidenta de Baleares a Marga Prohens. Es el mantra al que se aferran los sectores del Partido Popular entre los que se percibe una mayor inseguridad acerca de las posibilidades de superar a la izquierda por parte de la dirigente popular. Apenas superado el listón de los veinte años, Marga Prohens avanza desde la organización juvenil del partido hasta ser diputada en el Parlament de Baleares y luego en el Congreso de los Diputados donde, de la mano del anterior presidente nacional del PP, se hace cargo de la portavocía adjunta del grupo popular y alcanza una cierta proyección mediática mediante su participación en tertulias televisivas de ámbito nacional, convirtiéndose de alguna manera en un paradigma del partido que pretendía Pablo Casado. Quizá de esos orígenes proceden las dudas sobre su solidez como líder del PP, como si hubiera heredado la falta de entusiasmo que despertaban en sus últimos meses Casado y su factótum García Egea.

La presidenta del PP llegaba al cargo hace ahora un año envuelta en la bandera de la unidad del partido, aunque por tal pueda entenderse haber situado en puestos estratégicos a los militantes que mayor hostilidad habían mostrado hacia el anterior máximo dirigente regional, Gabriel Company. Un ejemplo notable del salto del ostracismo a la primera línea lo personaliza el auto proclamado candidato a la alcaldía de Palma, Jaime Martínez, dispuesto a romper con la tradición del PP que mandaba que el presidente del partido en la ciudad no optara a la alcaldía. En el caso de Martínez todo apunta a una candidatura por la vía de los hechos consumados.

A diferencia de la política inglesa, en el primer partido de la oposición en Baleares ha habido desde siempre un abierto resquemor a contar con un gabinete en la sombra, el Shadow cabinet del jefe de la oposición en Westminster, que marque cada una de la consellerias del Govern. Subyace en el fondo el temor a defraudar las expectativas de aquellos no llamados a ser consellers en la sombra, de forma que la presidencia del partido puede adolecer de una cierta soledad, a lo que se contrapone el trabajo de las distintas comisiones de la organización, cuando la realidad apunta a una abierta desconexión entre los grupos institucionales y el propio partido.

Para sustituir a Francina Armengol (tanta insistencia en que va a repetir en el Consolat, incluso en palabras de Pedro Sánchez, apunta a la sentencia popular de lo que presumes y de lo que careces) Marga Prohens deberá contar con las solas posibilidades del PP, porque el resto del centro y la derecha no están para tirar cohetes. Nada indica que Ciudadanos no vaya a seguir el mismo camino que en Andalucía; Vox se desangra en la brega interna entre la mediocridad imperante y la solidez política de su portavoz en Palma, Fulgencio Coll, opción nada desdeñable para sectores del PP; y el PI, asediado por distintas operaciones personalísimas con el marchamo de regionalistas, pierde a la diputada con, al menos sobre el papel, una mayor expectativa electoral, Lina Pons. A este paso no serán suficientes los cables del Govern al PI para salir del agujero. Al final, ante las incertidumbres que pueda despertar el PP, quienes están más al cabo de la calle dicen: Marga lo hará bien.