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Burliuck, padre del movimiento futurista ruso, nos dejó unos paisajes mallorquines lúdicos, ingenuistas, llenos de gracia y encanto: otra forma de ver la Isla. Su obra mallorquina, muy importante, está por elucidar y lo mismo se puede decir del paso del artista por Mallorca.
Mariupol, Odessa, Chernihiv, Járkov… son ciudades ucranianas que actualmente ya nos suenan mucho a todos. Járkov, hoy semidestruida, con millón y medio de habitantes, es la segunda ciudad más importante de Ucrania. Está en la frontera con Rusia porque fue fundada en 1655 precisamente para defender el flanco sur del Imperio ruso. En Járkov, exactamente en Semyrótivka, nació un pintor, ilustrador, publicista y poeta, Davíd Davídovich Burliuck (1882-1967). Como muchos de sus colegas de las vanguardias, tuvo una vida movida, con altibajos («en la vida todo sube y baja», decía Josep Pla) y anduvo a salto de mata en medio mundo. Su hermano Vladímir era también artista, ambos se instalaron en Múnich (1902) donde pronto conectaron con Kandinsky y gracias a ello participaron en una de las exposiciones más importante y desmitificadora de la historia del arte, la del grupo Der Blaue Reiter (1911). Con el poeta Maiakovsky fue uno de los fundadores del futurismo ruso.

En 1920 nuestro protagonista se fue a Japón y en 1922 se asentó en Estados Unidos, manteniendo siempre una frenética actividad artística. Viajo por medio mundo y, por fin, en 1956 visitó Rusia, donde era una leyenda, fue invitado (apenas tenía dinero entonces) por la Unión de Escritores de la URSS; estuvo en Moscú, Leningrado y Crimea. En ese periodo pasaba veranos en La Habana. En noviembre de 1959 estaba en Mallorca donde pintó numerosos óleos cuyo inventario está por investigar. De su paso por la Isla apenas hay datos, ni siquiera he conseguido que me den alguna información los descendientes de Burliuck que tienen una fundación. Les he escrito pero sin suerte…
Algunas de sus obras maestras fueron pintadas en Mallorca, siendo la más icónica y maravillosa una en la que aparecen los molinos de es Jonquet, una calesa circulando y su esposa Marussia con un ramo de flores. Solía pintar repetitivamente, y casi compulsivamente, floreros, a veces salvajes, con un horizonte marino mallorquín. De ese tipo de óleos he localizado por lo menos una docena, también hay cuadros suyos del casco antiguo de Palma. En 1950 abrió su propia galería en Hampton Bays, cerca de Nueva York, y pudo vivir más holgadamente. Su producción es enorme, desbordante y muy variada, uno de sus cuadros Los niños de Stalingrado (1944) es considerado ‘el Guernica ruso'. Admiraba mucho a Van Gogh y en 1949, con Marussia, se fue al sur de Francia a ver los escenarios por los que anduvo el gran artista neerlandés. Burliuck fue, con su etapa mallorquina, uno de los pintores más importantes del siglo XX. Un treintena de cuadros suyos se pueden ver tanto en el Museo Ruso como en la Galería Tetriakov. La sombra artística de Mallorca es muy alargada y son muchas las cosas que todavía tienen que aflorar.