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Por lo visto, España es el país de Europa con más demandantes de prostitución por metro cuadrado o eso al menos es lo que dicen las abolicionistas. Es fácil ser una moralista con la gente pobre, como nuevas Edgar Hoover durante la ‘ley seca’. Y luego están esos otros fariseos, los que tiran de la visa oro en los clubes de alterne más caros. María Magdalena ejercía el oficio más antiguo del mundo y gracias a Jesucristo se libró de ser lapidada con aquella famosa frase: «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra».

Donde se me ha respetado más como artista plástico ha sido en el Barrio Rojo de Ámsterdam. Allí estuve pintando unas acuarelas representando aquellas prostitutas que se mostraban a través de los inmensos ventanales una noche tras otra. Siempre salían a admirar mi trabajo. Ahora está otra vez en auge el debate sobre si legalizar o no la prostitución. Sea como fuere, debería priorizarse el estudio de la problemática y de todos los elementos que suelen participar en la discusión: el acceso a los servicios médicos, el papel de la Seguridad Social, los impuestos, las drogas, la trata de seres humanos, el papel social de la mujer, la violencia de género...

Basta darse una vuelta por los alrededores de la Porta de Sant Antoni, en Palma, para ver la realidad de esas pobres mujeres, ya ajadas y solitarias, que ofrecen sexo a hombres solitarios, acabados... Y aunque más escondidos, también están los proxenetas, esos chulos y macarras que se gastan en alcohol y drogas el poco dinero que ellas ganan.

Las prostitutas deberían ser el centro de atención de todo el debate. Creo que los políticos y los moralistas deberían ser más sensibles para resolver el problema de esas mujeres, que ya nada poseen salvo su cuerpo. Es fácil ser un fariseo desde la atalaya del poder y muy difícil ponerse en la piel de ellas. Muchos creen liberar a la mujer, pero para evitar que se mueran de hambre hay que pensar en su futuro. Otros piensan que de ellas es el reino del amor. Y los últimos defienden que el infierno está aquí disfrazado de leyes represivas. Decidan lo que decidan, que tengan claro que lo importante deben ser las mujeres. Recuerden que estamos ante el oficio más viejo del mundo.