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Hace un par de meses sentí de repente un hormigueo en un extremo de la boca y cierto malestar en el ojo izquierdo y me dirigí al PAC. Estaba trabajando y eran alrededor de las once de la noche, pero como soy un poco gilipuertas esperé media hora a acabar la jornada. En el PAC me hicieron pruebas para comprobar mis reflejos y la fuerza de mis extremidades y se quedaron mirando fijamente la alineación de mi cara.

La parálisis facial era de grado mínimo y sólo se me detectaba una pequeña desalineación. Seis años antes ya había tenido otra parálisis facial (curiosamente en el lado derecho) que había sido más acusada que esta. Me recetaron cortisona durante diez días. Durante unas semanas tuve la cara un pelín torcida y una pequeña dificultad al masticar y engullir, pero por suerte nada más. Al médico le preocupó más la subida de tensión que padecí. Me recetó media pastilla diaria de Lisinopril y, desde entonces, se me calmó la tensión. Al no fumar agregué el beber un mínimo de alcohol, no tomar café, no añadir sal a las comidas, no tomar bebidas gaseosas y no masturbarme los días pares, tampoco los impares.

Puede parecer aburrido pero eso me importa un comino: me machaco en el gimnasio como un burro (en realidad siempre he rebuznado), mimo a los animales de compañía, sigo el fútbol por internet y leo libros sin que haya un fin. A veces escribo algo, muchas veces no. Posteriormente me realizaron un electro y una analítica que incluía la próstata porque ya soy un pureta de 52 años. Todo salió perfectamente con que voy a celebrarlo con la bibliografía completa de William Shakespeare. También con las memorias de Randy Mamola y los tebeos del Capitán Trueno. De repente echo de menos a Corto Maltés.