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El presidente del Directorio, el general Primo de Rivera, poco después de dar el golpe de Estado, se había manifestado partidario de ceder el Protectorado español de una parte de Marruecos a Gran Bretaña a cambio de Gibraltar. Un soldado español más allá del estrecho es perjudicial para España, había llegado a afirmar. Esa postura abandonista de la responsabilidad que España había asumido, junto a Francia, en la misión de pacificar la rebelión del RIF, no le gustó a Europa por lo que podía suponer una derrota de una potencia en África y porque Abd el-Krin había declarado el Rif independiente y pedía su entrada en la Sociedad de Naciones.

En 1924, el dictador decidió replegar las tropas hasta posiciones de más fácil defensa, en la línea Ceuta-Tetuán-Tánger-Larache, en una maniobra muy peligrosa en la que se estuvo a punto de repetir el Desastre de Anual. Como era lógico, este repliegue lo encajaron muy mal los militares, creando un profundo malestar en el seno del Ejército. Para calmar los ánimos, Primo de Rivera decidió visitar las tropas del Protectorado. La compañía de La legión que le rindió honores a su llegada, en lugar de dar vista a la derecha, hacia la tribuna que ocupaba Primo de Rivera, lo hizo a la izquierda, donde estaba situado Millán Astray. Los desaires continuaron. Después de visitar varias guarniciones comió, junto a toda la comitiva de autoridades, en Ben Tiem, en el cuartel de La Legión. Al menú se llamó ‘Un par de huevos’, y todos los platos, incluido el postre, estaban preparados a base de huevos. Les ahorro la trifulca que se produjo a los postres entre Primo de Rivera, Franco, jefe de La Legión, y algunos otros oficiales espontáneos.

Lo que me interesa es lo de los huevos, porque así como se consideró una humillación que se pusiera la bandera española bocabajo en la cena del Iftar de Pedro Sánchez y el rey Mohamed VI y se interpretó tal desliz como declaración de rendición ante un enemigo, petición de auxilio, insulto… nadie reparó en los montones de huevos distribuidos en platos y copas, repartidos por toda la mesa. Quizás colocados allí por un veterano diplomático conocedor de la historia del Rif, con la misma intención que los militares africanistas se los colocaron al Dictador.