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Una de las tácticas de Putin fue iniciar una campaña de desprestigio contra Zelenski, el presidente de Ucrania, lo que da prueba de lo acomplejados que suelen ser estos dictadores con delirios expansionistas. La prensa rusa, naturalmente a través del Gobierno, tachan a Zelenski de drogadicto y publican fotos de sus tiempos de cómico y actor para denostarlo confundiendo realidad con ficción y manipulando a la población. Zelenski bailó e hizo chistes en la televisión de Ucrania, actuó en películas y también dobló a monigotes en películas infantiles.

Cuando se presentó a las elecciones de su país en 2019 sus rivales políticos también cometieron el error de burlarse de él tildándolo de payaso. Putin no debe recordar que previo al debate entre el anterior presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, y el candidato, Volodímir Zelenski, este último solicitó un test de drogas y alcohol, una petición insólita que tal vez atienda a su espíritu histriónico. Ambos candidatos dieron negativo.

Zelenski ya había vencido contra todo pronóstico en la primera vuelta de las elecciones. En la segunda vuelta, tras el test y el debate, arrasó. Algunos pronosticaron que no estaría más de un mes, ahora lleva casi tres años y su fama se ha ido agrandando por ser la cara visible de la resistencia ucraniana. Otra de las tácticas de Putin fue llevar engañados a muchos soldados con la excusa de unas maniobras militares con lo cual, al verse realmente frente a una confrontación armada, denotan escasa valentía y deseos de batalla. El ejército ucraniano desvela que entre las pertenencias de los soldados rusos capturados han encontrado raciones de comidas caducadas hace años. A Putin sólo le interesa que arda Ucrania mientras él toca una lira invisible.