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Las maletas explican historias. Cuentan las vidas de sus dueños: revelan gustos, debilidades y secretos. Al hacer una maleta, escogemos pedazos de vida para meter en ella y que nos acompañen lejos, hacia nuevos destinos. Muchos piensan que no es fácil hacer maletas. Puede que, sin decirlo, intuyan que no se trata de hacer una simple selección de objetos, sino de elegir retazos de nuestro mundo. Hay muertos en las carreteras. Son los cuerpos de quienes intentaron inútilmente escapar del infierno. Ucrania se ha convertido de repente en el centro de nuestras miradas y nuestros pensamientos. Tras la decisión de abandonarlo todo, se esconde un dolor inmenso. Ese dolor que va unido a la renuncia, a la certeza de pérdida. Nadie está preparado para perderlo todo. No se enseña en ninguna escuela. No existen maestros capaces de ayudarnos en esta materia.

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Muchos ucranianos intentan salir del país donde nacieron, donde vivían más o menos felices hasta que comenzó la guerra, en esa normalidad de días que transcurren sin sobresaltos. Los días tranquilos que, al ser recordados entre bombas y disparos, nos parecen un tesoro que no supimos valorar. Siempre añoraremos lo que nos fue arrebatado aunque nos pertenecía por un derecho elemental.
Algunos lo consiguen. Otros se quedan en el camino: cuerpos sin vida de los inocentes. Intentaron pasar un puente, recorrer un camino, llegar a la frontera. Junto a ellos, las maletas que se llevaban a una nueva vida hecha de intemperie.

Algo de ropa de abrigo, comida de supervivencia, puede que una joya heredada de los abuelos, o una muñeca de trapo, o unas fotografías de tiempos felices, o ese libro que forma parte de la propia vida, y quizás objetos inútiles, extraños, que no entenderíamos la mayoría, pero que fueron imprescindibles por una u otra razón. Quedan las maletas. Los muertos nunca se llevan nada con ellos. Cuando pierden la vida, se desprenden también de todo aquello que amaron: personas, paisajes, objetos. Esa es una de las grandes crueldades de morir. Las maletas nos hablan de sueños rotos, de esperanzas enhebradas en un hilo frágil. Se quedan ahí, impasibles en el olvido, como los nombres de quienes mueren en la guerra. Esa guerra tan triste.