TW
1

Balears crece a una tasa que supera el 5 % –con tendencia alcista–, mientras los afiliados a la Seguridad Social vuelven a incrementarse con mucha intensidad. La ocupación hotelera, en el verano de 2021, ha superado el 65 % y en algunas zonas se ha situado en niveles prepandémicos. Dos elementos deben recordarse en este proceso:

• El papel del Gobierno central, fundamental por su compromiso financiero (cerca de 900 millones para ayudas a empresas, la financiación de los ERTE, 100 millones en el fondo COVID y más de 300 millones en fondos europeos);

• La estrategia del Gobierno autonómico, que ha resultado positiva trabajando conjuntamente con los agentes económicos y sociales, y ha hecho una apuesta central por la mejora sanitaria y, al mismo tiempo, por enmarcarla en una graduación en la apertura de la economía balear.

A partir de esta realidad, se presentan tres consideraciones:

1. El turismo es y seguirá siendo capital para la economía balear: hay trayectoria, experiencia, know how y conocimiento de los mercados. Cualquier planteamiento realista de cambio de modelo pasa por asumir que el turismo es el tractor, la locomotora del crecimiento. Pero debe trabajarse pensando en un grave problema, inevitable y con fuertes costes de mitigación: el cambio climático.

2. Parece razonable pensar en una reducción de las plazas turísticas, si no se quiere llegar a más procesos de masificación y, por tanto, de empuje de las contradicciones ecológicas. Esta reducción –que puede oscilar entre las 50.000 y las 75.000 plazas– debería hacerse de forma regulada, y con la connivencia de los empresarios y de los sindicatos: se trata de construir una política económica efectiva que, en casos como éste, requiere más que nunca del instrumental de la gobernanza y del liderazgo público.

3. La inversión es un eje medular, destinado a campos estratégicos. Las inversiones necesarias deberían dirigirse a líneas concretas: transporte público; innovación en áreas que, en un sentido amplio, afectan a la economía circular, como bioeconomía, robótica, teletrabajo, biotecnología, biomedicina, economía azul, energías renovables –en particular, fotovoltaica–; políticas de formación del capital humano en las que se inserten en un haz compacto la formación profesional y los cursos de formación laboral; subvenciones iniciales a empresas innovadoras que tengan dificultades para obtener créditos en el mercado; mejoras en la costa para eludir futuras inundaciones, entre otras iniciativas que podrían añadirse. La pretensión es que las propuestas tengan ya proyectos incipientes o puedan activarse con los menores problemas posibles.

Estos tres aspectos remiten a otro esencial: la medición de los costes de transición entre el modelo ya conocido y el que puede delinearse a raíz de la crisis de la COVID-19. Volver al modelo vigente hasta el 2019 es una vía, sin duda; pero apostar por un replanteamiento del modelo, en busca de una mayor diversificación y la consolidación de la ya existente, se convierte en el desafío que facilitaría la transición a un nuevo modelo de crecimiento más cercano a los ODS de las Naciones Unidas.