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Dice Jesús de Nazareth que el Maligno es el padre de la mentira. Sobre otros vicios no es tan explícito; vicios que tanto daño hacen, como la ambición de poder o la corrupción. ¿Es que no los apadrina el Maligno? Claro que sí, precisamente porque todos ellos tienen en la mentira su origen. Mintiendo arrebatamos todo cuanto se nos antoja, incluso el honor ajeno. Es el instrumento para el fraude, bien sea en el amor o en el quehacer profesional. Hoy, al contemplar la escasa credibilidad que ofrecen las noticias, muchas contradictorias, constatamos el derrumbe de lo creíble. Tiempo atrás nos lo creíamos todo. La leyenda que interesaba se imponía a muerte. Ahora tenemos el arma del engaño para servir lo que interesa. Sin embargo sucede que son tantas las evidencias de falsedad y las contradicciones del cotidiano vivir, que la credibilidad se esfuma. Muchos jóvenes no se casan porque piensan que esto del amor podría ser un cuento chino, como chino es el origen del coronavirus. Y si no chino, menudo cuento lo de la subida de precios de la luz y productos básicos. ¡Dígannos por qué un día las tarifas suben y el otro bajan para al final todo subir! Estamos ante fenómenos que condicionan nuestras vidas y nadie, ni tan siquiera el Estado nos da explicación razonable. Mejor meterse con las macrogranjas. Menudo olor a podrido.

Nos llaman a manifestarnos por la libertad. Después me entero de que es solo por la libertad de no vacunarse. Se congregan centenares de ciudadanos. Es sábado, deberíamos estar paseando en bicicleta. En fin, que los negacionistas están en alza, mucho más que los cansados indepes. Tendríamos que ver a cuantos hoy congregarían los de la marcha contra el trilingüismo de José Ramón Bauzá. En apenas un par de años ya nadie se moverá. ¿En qué apostar? En fastidiar a quien te molesta. Pero una cosa es moverse a la contra y otra a favor de algo creíble. No hay que moverse porque en nada creemos. Este es el objetivo final de los mandamases promotores del fenómeno: la sociedad plana para hacer con ella lo que se les antoje. Nos avisan de que van a tomarse medidas contra las redes por los bulos que difunden. ¿Cómo? Temo que la medicina, según quien la administre, sea peor que la enfermedad. Ya controlan las supuestas mentiras en las aulas, creando agentes de la verdad para imponer la información políticamente correcta. ¡Cuánta falacia! La acaba de denunciar la Real Academia Española, aun sin controlar.

Francina Armengol, que no es tonta, sueña en camas elevadoras para todos los hoteles. Los chistes han comenzado a correr. Lo agradecerán las camareras, pero nos suena a Pinocho o La Cenicienta. Son las fantasías a vender. A los políticos pronto les votaremos por su último chiste o peinado. Ya no proclaman ideas ni promesas rigurosas. A día de hoy hemos constatado, sobre todo los tenderos de Palma, que José Hila aniquilará el centro de Ciutat como ámbito de dinamismo social, cultural y mercantil eliminando aceras, gasolineras y aparcamientos. ¿Por qué? Explíquese. Hace sesenta años nos sacaron del centro las industrias. Todos lo entendimos. ¿Algún día recobraremos la verdad o acabaremos como simples robots teledirigidos? Pienso que esta regresará, pero hasta entonces ‘el silencio de los corderos’.