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No es que me esté dejando el pelo largo, ni puedo aún agitarlo con un movimiento de cuello como Rita Hayworth en Gilda; lo que pasa es que no me lo corto. Desde el inicio de la pandemia, hace ya dos años. Y como el pelo crece, incluso a los muertos, ahora es una melena pálida y desaliñada que me tengo que apartar de la cara con las dos manos, gesto que repetían mucho las chicas del siglo pasado. Ni idea de qué gestos repiten hoy en día. Hace meses les conté las cosas que ya no hago, como ver gente, hablar, ir a sitios, acostarme con mujeres, leer tonterías, etc., pero como lo de no cortarme el pelo (ni afeitarme, claro está) no fue una decisión consciente, sino que simplemente dejé de hacerlo sin más, pues me olvidé de añadirlo al listado de cosas que no hago. Cortarme el pelo. Lo que me obliga a peinarme desmañadamente (con un peine, quiero decir), algo que no había hecho en mi vida y que estoy aprendiendo sobre la marcha.

A menudo, cuando se deja de hacer algo, resulta que hay que hacer cosas más raras aún para equilibrar. En fin, que acabé de peinarme y en lugar de ver en el espejo a una criatura semisalvaje, o un náufrago en su isla, me sorprendió la imagen de un Jesucristo muy envejecido. Uno que en lugar de decir «Padre, por qué me has abandonado», hubiese cambiado la historia del mundo diciendo «Vete a la mierda, papi», y con un milagro sencillito, se hubiese escaqueado de todo ese ceremonial de crucifixiones. Probablemente se habría trasladado a Valencia, donde está el Santo Cáliz (el Grial), y disfrutado luego de una vida eterna con Magdalena comiendo grandes paellas bajo los naranjos. Esta grata visión, superior quizá a los éxtasis de Santa Teresa, duró poco, porque según compruebo ahora, el pelo muy largo se desaliña solo, sobre todo si no te sabes peinar, y al igual que el cableado de los ordenadores, enseguida se enreda que da pena.

Total, que nunca se sabe qué pasará cuando dejas de hacer algo. Dejando de lado lo de Jesucristo, que en realidad no viene a cuento, lo que ocurre es que ahora soy consciente de que si no te cortas el pelo, acabas teniendo un matojo en la cabeza que no se parece a la melena de Rita Hayworth, ni se mueve igual. Pues eso.