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Para cualquier personaje que se gane la vida largando, y esté obligado a frecuentes declaraciones públicas sea político, comentarista, tertuliano o charlatán digital, es fundamental escoger con acierto los latiguillos. Saber de qué se habla ayuda, pero no es lo importante; lo importante es que, puesto que repetirá mucho ciertas expresiones a modo de muletillas para arrancar y seguir hablando, tales latiguillos que le caracterizarán y se convertirán en señas de identidad (a fuerza de tanta repetición), estén bien elegidos. Un latiguillo es un artefacto de fontanería, un tubo flexible que comunica dos o más conductos, pero sobre todo, es una palabra o frase completamente innecesaria y repetitiva, que el orador coloca aquí o allá sin ton ni son, casi involuntariamente, a fin de comunicarse a sí mismo que está perorando.

El problema de los latiguillos y muletillas, de los que los políticos hacen un uso abusivo, es que la gente los oye, y más que por el discurso, se forman opinión por los latiguillos. Que debido a su repetición suelen ser muy contagiosos, de modo que alguien que esté, por ejemplo, criticando la política del Gobierno, se puede encontrar usando sus mismos latiguillos, lo que le resta eficacia. Así que conviene hacerse un listado lo más extenso posible de latiguillos y muletillas, y seleccionar luego los más adecuados sin dejar nada a la improvisación, a fin de que un tipo sin personalidad alguna, pero con latiguillos personalizados, parezca tenerla. Evitando para ello las muletillas más manidas, cuyo uso excesivo las ha degradado a ruidos molestos. «Y dicho esto…». «Todo el mundo sabe…». «No lo digo yo…». «Es evidente…». «Yo siempre digo…». En fin, ya saben, cosas así. Una mierda de latiguillos. Y como los hay para dar y tomar, y además cualquiera puede inventarse sus propios latiguillos sin apenas esfuerzo intelectual (está chupado), no es tan difícil lograr un buen repertorio. Eso hará parecer competente a cualquier capullo. Por supuesto, también conviene decir algo entre latiguillo y latiguillo, que no todo sean tubos flexibles. Salvo que como en el caso de los políticos, se persiga precisamente que nada comunique con nada. Por falta de conductos.