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No hace mucho, el líder de Vox manifestación en sede parlamentaria que el Gobierno era peor que el régimen franquista. Si una cosa semejante se hubiera dicho en el parlamento francés o alemán, hubiera supuesto un revuelo descomunal en la calle, en la cámara y, por supuesto, el fin político de quien hubiera expresado semejante barbaridad. En España, sin embargo, la primera reacción de Pablo Casado fue una referencia pseudoacadémica para salir del paso.

El resto de parlamentarios y parlamentarias actuó adecuadamente pero la prensa, en términos generales, lo convirtió en un tema pasajero rápidamente olvidado: nada que ver con los países antes reseñados.

De esta cuestión y de otras muchas que no puedo reseñar se deducen hechos muy importantes:

En primer lugar, que nuestra salud democrática como país ha empeorado en los últimos decenios.

En segundo lugar, que Vox es un partido de extrema derecha de los duros y que ya ha anunciado que en las próximas elecciones no van a apoyar gobiernos, sino que van a cogobernar con el Partido Popular.

En tercer lugar, que el PP preferiría gobernar en solitario pero que, llegado el caso, no tendrá ningún problema en cogobernar con la extrema derecha.

Y en cuarto lugar, que el electorado progresista no es suficientemente consciente de lo que significan los puntos anteriores y está sometido a un bombardeo sin escrúpulos por parte no sólo de la caverna mediática tradicional sino, también, por la de las redes sociales.
En fin, que viene el lobo y, sobre todo, que el lobo es de verdad.