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Hace no mucho, un afamado meteorólogo pronosticaba que el de este año será un invierno duro y frío y ahora vamos viendo que, con la inflación por las nubes, aquel hombre del tiempo no se refería al clima. En un año, la electricidad se ha encarecido el 62,8 %, el diésel el 30,5 %, la gasolina el 26,5 % y, en general, la inflación el 5,4 %, cifra que no veíamos desde la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Eso por no hablar de cómo están los alquileres, la cesta de la compra y los salarios, cuya contención es el bálsamo de Fierabrás con el que los chamanes de la economía pretenden curarlo todo. Y no estamos solos en esto: la inflación media en la UE está en el 4,1 % y los estadounidenses se lucen con su 6,2 %.

Es el rayo que no cesa. En 2008 la crisis económica, después la pandemia y ahora la inflación, que como un fantasma recorre la economía mundial. Ya nos advertía Ernest Mandel, dada la deriva del capitalismo, que las crisis se irán presentando de manera cada vez más rápida y consecutiva y eso que apenas contemplaba en sus ecuaciones el impacto del cambio climático.

Este sábado pasado se celebraba en Palma, el centenario del Partido Comunista de España, que fue fundado en 1921. Muchos pensarán que a estas alturas el comunismo es una ideología caduca y trasnochada, fuera de tiempo y preferiblemente de lugar, pero su mera existencia nos hace recordar que no es que haya paraísos perdidos, sino paraísos olvidados. Que no debemos renunciar a la utopía.