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Viendo el planteamiento que se hacen todos los partidos políticos a la hora de hacer sus mítines y lo que luego ponen en práctica, a uno se le ha caído la venda de los ojos. Ellos, los políticos, con tal de que les votemos, solo nos dicen aquello que queremos oír. A esa… tragicomedia que llevará a la muerte a la falsa democracia en la que vivimos, la practican todos los partidos... aunque la mayoría de ellos tienen la vergüenza de callárselo.

Pero esta semana la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, admitió que en un mitín con gente de su partido, había asegurado que toda la Ley Laboral firmada por Rajoy sería derogada. Pero al día siguiente, en una entrevista, afirmó que esa derogación total no sería posible, y que solo había hecho su afirmación para ponerle un… fetiche a su gente… una mentira para tenerla contenta, y luego se quedó tan ancha y sin sentir ningún miedo ni remordimiento por lo que había admitido.

Lo triste es que nadie de su partido se haya cabreado con ella, que nadie le haya dicho que no son tontos. Al menos, por respeto, ella tendría que haberse callado que vivimos en una democracia en la que ella –y todos los demás partidos– se creen que somos bobos. Lo escribo porque a cualquier persona que no haya perdido el cerebro por su partido político y caído en el extremismo que está polarizando nuestra sociedad, le indignaría. Pero aquí hay silencio, y eso es preocupante porque demuestra que, en política, aceptamos el juego sucio si quien lo practica es nuestro líder. ¿Y qué queda de la democracia? ¿Qué verdad votamos? ¿Por qué? ¿Hay democracia sin verdad? ¿Qué personas son esas que han llegado a lo más alto de la política y de los partidos? ¡Lo anoto porque son tan parecidas! ¿Por qué a las mil familias de La Palma que se han quedado sin nada no les llegan ¡ya! 1.500 o 2.000 euros cada mes? ¿A qué fue Pedro Sánchez? ¿A mostrar su cínica sonrisa? ¿Es él otro fetiche? ¿Cuándo mencionará los grandes problemas que mucha gente padece? ¿O tampoco es de izquierdas? En fin, que todo demuestra que ni estamos en una democracia ni a los políticos les preocupamos para nada… Ante tanto fetiche, la decepción es grande. Esperemos que ellos, los listos, no nos permitan llegar a la desesperación…