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Nadie pone en duda el cambio climático como emergencia ni la necesidad de medidas urgentes, pero la eficacia dependerá del análisis que se haga. Plantear el problema como una responsabilidad de la humanidad, sin matices ni jerarquías, es una peligrosa distracción que deja las manos libres a los responsables del desastre. Plantear la solución como una mera suma de acciones individuales de buenas personas dispuestas a aceptar resignadamente el discurso de la austeridad y a cargar con la responsabilidad de lo que ocurre, es como hacer rayas en el agua, no nos lleva a ninguna parte.

De poco sirve reciclar el cubo de la basura, prescindir del coche o ir a la compra con una bolsa de tela, si tenemos atracados en la bahía cuatro megacruceros, cada uno de ellos capaz de contaminar el aire hasta 200 veces más que una autovía. El megacrucero es solo un ejemplo de los muchos que ilustran cómo funciona un sistema productivo depredador, generador de grandes desequilibrios y que no espeta ni el medio ni a las personas.

Claro que el cambio climático es asunto nuestro. Pero solo seremos el sujeto del cambio si exigimos las responsabilidades a quien corresponde y si imponemos soluciones, tanto en la escala global como en la escala local. Lo que no podemos es dejar que utilicen el problema para justificar un empobrecimiento colectivo y esconder la incapacidad del sistema para satisfacer necesidades esenciales, mientras los responsables siguen haciendo negocio incluso a costa de esta emergencia.