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A medianoche del jueves 23, horas después de que se conociese la noticia de que el prófugo expresident Puigdemont había sido detenido en L’Alguer, Cerdeña, y cuando nadie sabía aún nada de nada sobre el histórico acontecimiento (todo lo catalán es histórico), empezó a rugir la marabunta y varios tertulianos de TVE especulaban ya acerca de si lo indultarían o no, y las consecuencias de ese futuro indulto caso de que llegase a producirse. Otros profetizaban terremotos, España en llamas y Catalunya quemando contenedores, mientras los más precavidos comentaban la patata caliente (el higo chumbo caliente) que le había caído al Gobierno en plena mesa de diálogo y negociación de los presupuestos.

En fin, conjeturas acordes con la extraordinaria importancia del reo, quizá el flequillo más mediático de Europa. Al día siguiente, sin saber aún qué haría la magistrada sarda, escuchamos las letanías de rigor, y en tanto Aragonès y Junqueras nos informaban con cierta satisfacción de que «la represión no cesa. Amnistía y autodeterminación», el PP y asociados se desgañitaban exigiendo que se juzgase al reo en España, ya, de inmediato, y que de ningún modo fuese indultado, jamás, de su severa condena. Lo normal. Si el reo se hubiese quedado tranquilamente en su mansión belga, en lugar de andar mariposeando por Cerdeña, nada de esto habría pasado. Pero casi nadie mencionó ese curioso detalle. Y eso que a estas alturas nos sabemos de memoria al reo Puigdemont, y sus exóticas ocurrencias.

A quien por cierto, mientras aquí se sucedían las declaraciones rimbombantes, y toda clase de especulaciones, la jueza había dejado en libertad, sin medidas cautelares, para pasearse por Córcega y celebrar allí el 1-O si le apetecía, o hacerlo en otro sitio. Hasta el lunes de la próxima semana, en el que se verá su causa. La del reo errante, sí. «España nunca pierde ocasión de hacer el ridículo», proclamó eufórico por el éxito publicitario del evento. Otro fin de semana con la misma murga; mucha ansiedad comunicativa veo yo ahí. Y aún no ha empezado el gran embrollo jurídico europeo. Políticos, analistas, tertulianos y tuiteros llegarán agotados a la notica en sí, cuando suceda. Yo hace años que lo estoy. Qué fatiga, las andanzas de este reo errante. De sus seguidores, de sus perseguidores.