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Yo en números: desde hoy 52 años.    1,68 de estatura, 77 kilos de peso.    13 y 9 de presión arterial.    57 pulsaciones en reposo.    13 libros publicados (9 novelas y 4 volúmenes de relatos).    5 horas de sueño.    26 años en la Sala Augusta.    19 años como articulista en el mejor periódico de la isla: el Última Hora.    Más de 200 pulsaciones por minuto al teclado.    36 años en gimnasios.    15 dominadas.    50 libros leídos por años.    2 gatos.    En ficción sería el hijo bastardo de un Lord miserable.    Las cosas relevantes sólo se muestran en números.   

Y 18 meses en situación de Erte al 100%.    Pero si estás como yo o en erte parcial, el paro se te está consumiendo desde el octubre pasado, algo que unos cuantos empresarios casposos no atienden, ya que sólo son capaces de observarse el ombligo.    Naturalmente se quejan de sus negocios vacíos pero, en cambio, son incapaces de situarse en la piel de los trabajadores en erte (paro). Escasos de personal les exigen que ocupen puestos en sus comercios, algo que achacan a la «paguita» del erte que la prefieren a currar, y claman porque quiten los ertes de una vez por todas. 

 Se debería realizar un test de cultura general para poder aspirar a un negocio: “la prueba determina que usted es sencillamente un cretino.    No puede abrir nada”.    Porque cuando quiten los ertes los trabajadores en dicha situación retornarán a sus puestos de trabajo y no a su negocio.    Si un empresario no tiene gente que quiera ocupar sus vacantes (ni las mesas vacías) tal vez sea porque es un negrero.    El gran bálsamo de los ertes que nos han vendido es pura porquería.    Los ertes nos los pagamos nosotros con nuestra acumulación de la prestación por desempleo desde hace ya un año.    Y no el propietario de un comercio que sólo trata de socavar la dignidad de los trabajadores.