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Patera es como se llama al plato de poco fondo que se usaba en los sacrificios antiguos. Pero en los tiempos que corren ha pasado a ser la barca de fondo muy plano para cazar patos en aguas poco profundas. En Mallorca, ‘pastera’. Ahora mismo, una embarcación que no recoge patos muertos a tiros sino emigrantes vivos mientras no se cumpla aquello de que el mar abre abismo y cubre. Se usa pues para transportar personas del tercer mundo a las riberas del primero. De eso y de los que se juegan la vida en el mar a la búsqueda de los horizontes soñados en el mundo del consumo y del capitalismo salvaje y de las mafias que especulan con las vidas ajenas y las pobrezas endémicas.

Habla del tema ese admirable filósofo llamado Slavoj Zizek: «el trabajador inmigrante, expulsado de su país por la pobreza o la violencia y para el cual la elogiada naturaleza híbrida supone una experiencia sin duda traumática, la de no llegar a radicarse en un lugar y legalizar su estatus, la de que actos tan sencillos como la de cruzar una frontera o reunirse con su familia se conviertan en experiencias angustiosas que exigen muchos sacrificios…» Intervienen, además, en el proceso, las grandes frustraciones, la indefensión, el azote anímico de las indiferencias, la tristeza y la soledad en medio del caos urbano, el miedo a lo desconocido y sobre todo el hallarse frente a la animosidad protofascista. Y frente a él, un modelo inalcanzable salvo en muy contadas excepciones, el ciudadano cosmopolita, de clase alta o media-alta, que cruza fronteras a su antojo para atender sus asuntos político-sociales o financieros y laborales.

De este modo asistimos a un fenómeno decepcionante, a la de los sueños que con un vistazo se esfuman, al querer y no poder, al nada tengo y nada espero. Mientras tanto el colonialismo consumista ya dispone de sus clientes fieles i adictos, del hábil manejo de las masas humanas tal vez nacidas para dejarse expoliar… El hombre de la patera que quizá tenía una personalidad definida en su aldea patriarcal se convertirá en un número, en un factor de limitada fuerza productiva, en alguien que aspira a incrustarse en un sistema frío y cruel. Quizá llegue a comprarse su primer traje de corte occidental y una bicicleta y hasta un coche de segunda mano… ¡Quién sabe!