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Marcelino Menéndez y Pelayo escribió, en su día, una obra que dio bastante que hablar: Historia de los heterodoxos españoles , 1880-1882. ¡Cuánto ha llovido desde entonces! Heterodoxo, ya se sabe, por definición, del griego ‘heterodoxos’ es aquel que se muestra desconforme con la doctrina de una secta o sistema. Todo lo contrario del ortodoxo que es aquel que se siente conforme con la doctrina fundamental de cualquier religión, secta o sistema. Ello nos lleva a pensar que ante la existencia de un Estado monolítico, apegado a sus costumbres ancestrales, a sus privilegios desfasados en el tiempo, a sus leyes inamovibles, late en el ánimo de mucha gente, otro Estado diverso, abierto a las nuevas realidades, progresista, renovador, que eliminaría aquellos viejos hábitos que quizá nos mantienen dentro de una sociología pasada de rosca, al menos, en comparación con las naciones más avanzadas en materia humanística y desarrollista.

A veces, algunos dicen tener la sensación de vivir en una España, la de siempre, que se les escapa de las manos a causa de debates eternos, respuestas tardías, errores de cálculo a la hora de ser escaparates en el exterior, pobreza de imagen y una realidad que pocas veces se ajusta a la letra evolutiva. Otros, ven posible una España diferente, sin corruptelas institucionales, transparente, donde no vale aquello de «peor es el que lo dice» cuando en términos éticos una mancha no lava otra mancha ni un delito mayor salva al menor. Poco puede esperarse de un país cuya filosofía política no va más allá de la demagogia. Pero así somos. Lo decía antaño, muy antaño, Ilia Eremburg en su libro España, república de trabajadores , publicado en 1932. «En España, el pobre rebosa dignidad. Tiene hambre, pero es orgulloso. Él fue quien obligó al burgués español a respetar sus andrajos. No encuentro palabras para cantar como se merece la pobreza noble de España.

España no es Carmen, ni los toreros, ni es Alfonso, ni Cambó , ni la diplomacia de Lerroux , ni las novelas de Blasco Ibáñez , ni todo lo que el país exporta al extranjero…». Y siguiendo sus palabras podríamos confirmar que este país ha sabido confirmar el ardor juvenil (léase, la universidad) a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para apagárselo. Ahí está el capitalismo salvaje, la destrucción del clima, los chulos blasonados o sin blasonar, la moderna inquisición industrial experta en armas legales… De todo y mucho.