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Hace unos días, el alcalde de Palma, José Hila, acudió a visitar al Rey a la Almudaina. Al salir agradeció que el Monarca siga eligiendo la ciudad para sus vacaciones, pero añadió que uno de los principales problemas era la falta de vivienda, sobre todo para los más jóvenes. Hubiese podido decir la deficiente limpieza, que muchos comercios cierran a diario o las personas que hacen cola para conseguir alimentos, pero eligió la vivienda. Efectivamente, no hay pisos para los jóvenes, pero tampoco para los menos jóvenes. Los precios siguen disparatados y apenas se promueve nueva vivienda pública. Hila no puede culpar la herencia recibida porque ya lleva seis años en el poder, además de los cuatro años que estuvo bajo las órdenes de Aina Calvo. En total, diez años gobernando y el problema de la vivienda sigue igual que cuando Hila estaba quejándose en la oposición. Por no hacer, el barrio del Camp Redó sigue en un estado tan ruinoso y lamentable como siempre, a pesar de las promesas electorales.

Pero el problema de Palma no es solo la vivienda. La limpieza es insuficiente a pesar de los esfuerzos del personal de Emaya. Las paredes llenas de grafitis se cuentan miles por el centro de Palma, pero sorprendentemente el gran problema del gobierno municipal es la fachada del hotel de Son Armadans, que como no la ha pintado ningún amiguete de los responsables de Cort debe eliminarse. El fiasco de sa Feixina mejor ni comentarlo.
Por si no había suficientes frentes abiertos en Palma, ahora los comerciantes también están indignados con los cambios circulatorios. El concejal encargado del tema no escucha las alternativas que proponen los comerciantes o, simplemente, ni siquiera se reúne con ellos. Lo mismo con los vecinos de Nuredduna, aunque también hay que reconocer que se ha dado una tregua a las terrazas de la ciudad debido a la crisis económica provocada por la pandemia. Pero ya veremos cuándo empiezan a perseguir de nuevo a los bares por las terrazas. Deben esperar la orden del presidente de la Asociación de Vecinos de Palma, que ahora anda muy liado oponiéndose a los cruceros.

Tampoco parece un tema menor la actitud de la concejala de Podemos Sonia Vivas, que ha vetado a la asociación Ben Amics simplemente porque no publicitaron una sentencia a favor de la edil por sus líos personales. Por mucho menos, en cualquier país democrático han dimitido, pero la tal Vivas sigue en su cargo tan feliz y el alcalde ni se inmuta con este atropello a una asociación que ya luchaba por los derechos LGTB cuando la mayoría de los integrantes del gobierno municipal estaba en el colegio.

Ante este panorama, y tampoco hay que olvidar el encarecimiento del transporte público, parece bastante claro que se avecina un vuelco político en Palma. Es prácticamente imposible que las fuerzas que gobiernan en la ciudad vayan a las próximas elecciones con alguna posibilidad de revalidar el poder porque en los dos años que quedan la situación solo puede ir a peor. Los dirigentes autonómicos de PSOE, Podemos y Més per Mallorca tienen motivos suficientes para estar preocupados porque el peso electoral de Palma es fundamental para las elecciones autonómicas. Si Balears se ha salvado de entrar en la lista ámbar plus del Reino Unido, lo que parece claro es que Palma lleva mucho tiempo en el semáforo rojo. Aguantar otros dos años con el peor gobierno municipal de la historia no será nada fácil. Habrá que tener paciencia.