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Llevamos solo cuatro días de Juegos Olímpicos y, créanme, estoy deseando que vuelva la Champions. No sé cuántas veces se considerará soportable que un medallista hable al día con su madre por teléfono, pero, francamente, yo ya he tenido bastantes. Entiendo que todas las cadenas de radio o de televisión tienen el mismo derecho, pero ¿no les parece comprensible que a la tercera o cuarta llamada a la pobre mujer le cueste un poco ponerse de nuevo a llorar de la emoción? Y piensen esto también: ¿Por qué a ese jugador de bádminton, voley playa o pimpón al que de pronto acaban de descubrir a pesar de que ya ha sido varias veces campeón de Europa o del mundo en lo suyo hay que preguntarle por su clasificación utilizando el mismo tono con el que a un estudiante de Secundaria le preguntaríamos por sus notas? ¿Es porque no es millonario?

Quién me iba a decir a mí que llegaría el día en que iba a echar de menos esas sosas entrevistas que los periodistas les hacen a los futbolistas en la zona mixta en las que tanto las preguntas como las respuestas no pasan de ser una cansina retahíla de lugares comunes sacados a colación a desgana. ¿Recuerdan de alguna final de la Copa del Rey en la que en la Cope o la Ser le hayan pasado el auricular a Cristiano Ronaldo para que hable con su madre? ¿Y a Sergio Ramos ? ¿Y a Gerard Piqué ? ¿Cuándo tiempo hace que a Piqué su madre no le felicita en directo por la radio? ¿Es porque las madres de los millonarios no lloran?