TW
0

Ningún sedentarismo me es ajeno, y el sedentarismo deportivo, que consiste en contemplar desde el sillón reclinable cómo compiten afanosamente los demás, es uno de mis favoritos. Y de toda la vida, porque yo vi al gran Tommie Smith ganar el oro de los 200 metros en los Juegos Olímpicos de México 1968, y levantar el puño con un guante negro (saludo del Black Power) en el podio cuando sonaba el himno americano, gesto que le destrozó la vida. De vuelta a casa como un delincuente, ya sólo pudo trabajar de lavacoches. Y el COI, sin decir ni pío. Esta imagen extraordinaria, y la de la maravillosa Florence Griffith , veinte años después, en Seúl 88, partiéndose de risa los últimos diez metros mientras establecía su récord de los 100 todavía inalcanzable, es todo lo importante que he sacado en más de medio siglo viendo olimpiadas. El resto sólo fue entretenimiento; olímpico, pero para pasar el rato.

Y si ahora recuerdo mi vida de espectador (el reposo del espectador) es porque, debido a estas cosas del cambio horario, a Tommie Smith lo vi en sesión nocturna, y a Florence por la mañana. No es detalle baladí, porque yo para ver deportes prefiero trasnochar, incluso trasnochar mucho (el sedentarismo adquiere entonces su máxima expresión), mientras que madrugar para luego tumbarse en el sillón a mirar, exige una actividad exagerada y fuera de lugar. De noche puedo ver cualquier evento deportivo (excepto natación sincronizada), hasta curling, tiro al plato o fútbol, pero por la mañana… No estoy competitivo por las mañanas, ni siquiera en espíritu, y además tengo cosas que hacer, como leer el periódico y enterarme de los resultados del día anterior.

Total, que hay olimpiadas nocturnas que siempre me trago enteras, y olimpiadas matinales que veo de uvas a peras, y estos Juegos de Tokio, mira por dónde, son de las matinales. De las de madrugar como un capullo, o recurrir al diferido. Inaceptable para un tipo que vio a Smith y a Griffith cuando había que verlos. Eso sí, la tregua olímpica, con su avalancha de deportes televisados hasta saturar el telediario del mediodía, y con la irritante cantinela del medallero (español), tendrá una ventaja muy de agradecer. Dejará menos espacio audiovisual para las necedades sincronizadas del Gobierno y la oposición. Sí, bendita tregua.