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A menudo, antes de que se constituya una mesa de diálogo, tanto los futuros dialogantes como el resto de fuerzas políticas (que no tienen vela en esa mesa), ya empiezan a dar golpes sobre ella, también llamados puñetazos sobre la mesa en lenguaje deportivo. El Madrid da un golpe en la mesa y ficha a Messi , podría ser un ejemplo. No importa si la mesa es imaginaria, pues como demuestra el señor Casado a diario, igual se pueden dar golpes sobre ella. Para callar bocas, dicen los cronistas deportivos. Pero claro, si se tienen mesas de diálogo al efecto, los golpes resuenan más. En fin, que la política en la actualidad consiste en una sucesión de golpes en la mesa por parte de unos y otros, en la que naturalmente no faltan los golpes bajos, y los golpes de gracia.

Originariamente, esa figura retórica del golpe en la mesa significaba hacerse notar, llamar la atención, imponer su presencia. Un gesto que para tener valor (y acallar esas bocas) debía ser excepcional, y no podía ejecutarse todos los días, como hacen el señor Casado y el señor Junqueras , porque entonces más que de golpe sobre la mesa hablaríamos de aporrearla, que es otra cosa. Pero a quién le importa el sentido originario de las palabras, si ni siquiera importa el actualizado. En la política audiovisual del presente, que es la que tenemos, hay que hacerse notar continuamente, todo el tiempo, y las bocas no callan nunca. Lo que degenera en permanentes golpes sobre mesas a fin de imponerse, haya o no haya mesas, venga o no a cuento.

El flujo de mensajes no debe cesar, y como tales mensajes, señales y gestos simbólicos (ahora todo es simbólico) están ya reducidos al mínimo y son muy abstractos, igual que croquetas metafóricas fabricadas con restos de las metáforas explosivas del día anterior, el resultado se parece mucho a una banda de macacos golpeando mesas. Y no al famoso golpe sobre la mesa de alguien que, por ejemplo, quiere ganar el Tour de Francia. Una algarabía que, salvo para llamar la atención, no sirve para nada. Los golpecitos en la ventana bien entrada la noche son mucho más inquietantes. Callan bocas. Pero no hay ninguna frase tópica sobre esos siniestros golpecitos, ni se pueden aplicar a las actividades informativas de nuestras derechas. Lo suyo son los golpes en la mesa. Muchos.