TW
1

Este año se conmemoran los quinientos años de la revuelta de las Germanies (1521-23). El joven historiador Albert Cassanyes ha contribuido a la efeméride con Breu història de la Germania mallorquina (Illa edicions, Palma. 2021). Un relato divulgativo y didáctico, y a la vez riguroso, donde describe las causas y la crónica de los dos años que duró la revuelta que tuvo, ciertamente, tintes de rebelión. Porque, los agermanats llegaron a estructurar un gobierno paralelo y a destituir, con un andamiaje o pretexto legal, al lugar teniente del Rey aunque, explícitamente, manifestaban en todo momento que se sometían a la autoridad real. La rebelión no era contra el Rey, entonces ya el emperador Carlos I en una España con una estructura de poder que hoy llamaríamos confederal, sino contra la élite gobernante del Reino de Mallorca.

Cuenta el historiador que las causas del levantamiento de menestrals de Ciutat y forans , se remonta a siglos anteriores, por el desfasado reparto de las cargas fiscales que recaían principalmente en la Part Forana, según la disposición del rey Sanç (1315). Dos siglos más tarde, los señores principales de la Part Forana se habían trasladado a Ciutat por razón de prestigio y, a la vez, pagando muchos menos impuestos que si continuaban residiendo en sus possessions . Convertida, Ciutat, en una zona de baja fiscalidad los que luego se organizarían como agermanats llegaron hasta el rey Fernando el Católico quien, sensibilizado por las justas reclamaciones ordenó revisar la fiscalidad (1512); y que se hiciera un catastro cuya realización correspondería al Gran i General Consell que lo dilataba año tras año. Diez años más tarde, en febrero de 1522 se sucedieron los disturbios del Dijous Llarder , en Inca, iniciándose el moviment agermanat .

Reprimida la revuelta con la violencia extrema de la época, tras el desembarco de la armada realista en octubre de 1522, por la zona de Pollença con la ayuda logística de Alcúdia (la única población importante que no se sumó a las Germanies) , los vencedores mascarats , descendientes de las familias que financiaron la conquista de Jaume I , volvieron al poder y tras una dura represión con ejecuciones públicas ejemplarizantes (la cabeza de Joanot Colom estuvo expuesta en la Porta Pintada hasta 1822, cuando el trienio liberal) y asesinatos incontrolados, impusieron severas penas a los vencidos y sus familias. Y al pago, no solo de las prebendas no cobradas por los vencedores durante ese interregno de dos años con sus correspondientes intereses, sino también a una lista arbitraria y abusiva de indemnizaciones por daños y perjuicios.

La revuelta se saldó llevando a la ruina personal a los encausados y sus familias, y a los municipios de los rebeldes, que tuvieron que pagar las indemnizaciones por años. Los hechos quedaron impresos en la memoria popular de los mallorquines y explicaría el conformismo y la cautela de la sociedad mallorquina a la hora de defenderse de las injusticias y reclamar sus derechos.

Decía el filósofo de la historia Giambattista Vico , tratando de explicar la evolución de los sucesos de la civilización humana, que la historia y la evolución del pensamiento no se explica de forma lineal, por una secuencia de sucesos correlativos. Los hechos futuros no se asientan sobre el pasado inmediato, en una solución de progreso constante, sino que lo hace a modo de una espiral en ciclos repetitivos, pero en una escala superior usando un símil de las octavas musicales; de modo que el pasado vuelve pero con una modificación de progreso aprendido.

Es el eterno discurso de las minorías que detentan el poder defendiendo sus intereses, sociales y económicos (ideológicos), sujetando a las mayorías que quieren ser escuchadas y decidir su futuro.