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En cierta ocasión, alguien me dijo esta frase que quedó en mí profundamente grabada: «Donde abunda el silencio abundan los sentimientos».

El silencio, la soledad querida, es una fuente inagotable de sentimientos.

En el silencio podemos cultivar los más delicados sentimientos de bondad y generosidad.

Sin silencio, los sentimientos no afloran y nos sentimos perdidos y dispersos en la vida.

Sin silencio, no podemos ahondar en nosotros mismos y andamos distraídos por el mundo, sin un rumbo fijo y claro.

Sin silencio, podemos pensar, pero no logramos sentir.

Sin silencio, la mediocridad y vulgaridad nos invaden.

Sin silencio, la hondura de espíritu no se siente.

Sin silencio, pasamos por la vida, pero no la vivimos intensamente.

El silencio nos hace crecer y madurar como personas.