Se podría pensar que la realidad es mucho más peligrosa que la irrealidad, y en general es cierto. Por su habilidad para acechar emboscada tras cualquier recodo, y lanzarse de pronto con todo su peso sobre cualquier desprevenido, haciéndolo papilla y desparramando sus sesos. Se dice entonces que la realidad se impone, y ahí reside su peligrosidad. Pero la irrealidad, más confortable y dócil, también tiene sus peligros, que mucha gente, intelectuales y políticos, desdeña y minusvalora en su afán, precisamente, de que la realidad no les aplaste. Es más fácil mantener el orden y la estabilidad en la irrealidad, de cuya gestión se ocupa a diario el Gobierno y casi todos los Gobiernos (el catalán es tan experto que como primera medida se esfuerza por no existir), pero esa gestión expande aún más la irrealidad, la hace multitudinaria y muy densa, lo que provoca su paso del estado gaseoso al sólido, y del fantasmal al legislativo.
Peligros de la irrealidad
Enrique Lázaro 19/05/21 4:01
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2 comentarios
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Habrá que afrontarla educadamente, pidiendo que nos sujeten el cubata.
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