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La oposición pregunta al Govern por los altos cargos que se vacunaron antes que nadie. Lo que no dice la oposición es que da igual que sean o no altos cargos; eso agiliza la distribución de la vacuna. Si la oposición callara, hoy estarían vacunados todos los altos cargos. Y, si fueran constructivos, también ellos. Cuando un político ha de contestar a un periodista sobre las listas de espera, debería decir la verdad: muy largas para muchos, pero cortas para los que tenemos amigos. Y eso no deberíamos ocultarlo porque es eficiencia. Es como la economía en negro: ayuda y evita una crisis más seria. Deberíamos decir: retrasos de una semana para los que tienen amigos, un año para el resto. Porque, además, este amiguismo no tiene ideología: se aplica por igual en todos los bandos. Incluso beneficia también a los apolíticos.

En una tertulia comentaba con unos amigos que ochocientos ancianos de Baleares murieron antes de recibir las ayudas de la dependencia. Una de las contertulias comentó que ella lo tuvo bien, que su padre, gracias a un amigo, consiguió que le aprobaran todo en unas semanas y que el sistema es razonablemente eficiente. ¿Lo ven? ¿Queremos que sean ochocientos un casos o aceptamos que este conocido, aunque sea por enchufe, ha contribuido a la eficiencia del sistema?

Acepto que a mí me costó entender esto. Ya saben: leer libros sobre igualdad de derechos y todas esas tonterías nubla la visión. Yo, apenas llegué a ocupar un carguito en la Presidencia del Gobierno, recibí la llamada de un conocido, que después sería director general de un gobierno de izquierdas, que me pidió un favor. Le contesté un tópico: «si está a mi alcance...». Quería que hablara con un profesor de la universidad para que le aprobara una asignatura que venía arrastrando. Le dije que sí, pero nunca me atreví a llamar al profesor por un asunto así. Pocos días después, una conocida me pidió que le colara a su hija en el Conservatorio de Música, del que una de mis hijas había quedado fuera porque, siendo sincero, sus dotes musicales las había heredado principalmente del padre.

Era la bienvenida a un cargo en el que aprendí que uno dedica la mitad del tiempo a compromisos de este tipo. Si se pretende hacer carrera política, estos favores son ‘inversiones’. Colocar a la nena o aprobarle una asignatura al amigo es como comprar acciones de empresas oscuras que, en dos, tres o diez años pueden darte una agradable sorpresa. Así es la política. Pero para mí esto no era ‘stock’ de capital, de manera que me limité a hacer ‘dribblings’.

Yo tramitaba el pago de un impuesto en la Conselleria de Hacienda. Aquellos papeles eran ininteligibles, paridos para enloquecer al contribuyente. Hasta que se me acerca un amigo que había conocido cuando trabajaba en la Conselleria: «¿Cómo estás? Ven, yo te lo hago». Debí de haberme portado bien con este funcionario, para que me resolviera todos los problemas en cinco minutos. «No, todo este apartado –justamente el que me estaba volviendo loco– no lo pedimos. Está aquí pero no importa». Así que pagué el impuesto el mismo día. Igual que en el ayuntamiento, porque tuve la suerte de que aquella chica encantadora con la que tomaba cafés todas las mañanas era ahora la que llevaba mi tema. ¡Este es el valor de los amigos!

«Lo siento, tiene que ir a Inca a que se lo arreglen». La funcionaria me mandaba a Inca porque en mi ficha figuraba como domicilio mi calle y número pero en un municipio en el que jamás viví. «Oiga, usted sabe que yo no accedo a su aplicación, que yo no pude haber escrito eso. No me haga ir a Inca porque yo no tengo nada que ver con ese error». No hubo manera. La mandé a paseo y llamé a mi amigo Joan. «Oye, me pasa esto». «Espera. ¿Todo es correcto menos el municipio? Ya está. Corregido». ¿Ven con qué rapidez se resuelven las incidencias?

Esto genera conflictos con la estadística, pero no con la paz social. El que ha de sufrir todas las listas de espera se lo tiene que hacer ver: ¿no ha sido capaz de hacer un favor en su vida como para que cuando lo necesita, alguien se lo devuelva? El amiguismo, pues, fomenta el amiguismo. Hasta que nos abarque a todos. Sin excepciones.

Está claro que en Baleares no somos capaces de hacer que los servicios públicos funcionen bien para todos; que ir como un ‘pardillo’ a una cola es estúpido, que ir de frente no funciona. Yo propongo que hagamos lo que sabemos: amiguismo, pero a lo bestia. Nada de ir a medias: horarios de atención para los que son amigos; teléfono directo para ellos; sistemas de saltos de colas, etcétera. Lo que se nos da bien, lo que sabemos hacer.