Cuando buena parte de la sociedad de un país llega a la conclusión de que apartar del poder a un dirigente es más un problema de salud pública que de urgencia política, quien le sustituye acostumbra a ser acogido con cierta cordialidad incluso por aquellos cuya ideología no coincide con la del recién elegido. Y Joe Biden encontró ahí su primer escollo al tener que hacer frente a una media Norteamérica fanatizada día a día durante cuatro años por un Trump que carecía de otro argumento.
Biden en escena
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