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Los que me conocen bien saben que soy usuaria habitual del bus de la EMT. La perspectiva que se tiene de la ciudad desde allí arriba, unida a la tranquilidad de un viaje sin sufrir el estrés por el aparcamiento, por las prohibiciones de acceso y por los nuevos radares, además de sentirte en buenas manos, me resulta un placer matutino muy recomendable.

Como muchos ciudadanos, sufrí un gran sobresalto por la desaparición de líneas y paradas el 18 de diciembre de 2019. Todavía recuerdo la cara de asombro de todos los usuarios que nos encontrábamos en las paradas esperando un bus que no llegó.

Desde entonces, el empeño incesante de usuarios, de entidades vecinales y de la oposición han conseguido abrir un grifo que, gota a gota, ha devuelto unos pocos de los servicios de que disfrutábamos. Y aún queda mucho por recuperar.

El colmo de esta situación de recortes en el servicio de transporte público lo vienen sufriendo diariamente los conductores. No sólo por las quejas con que han tenido que lidiar sin tener responsabilidad ninguna, sino por las condiciones en las que trabajan desde entonces, agravadas sin duda por el estallido de la pandemia y el riesgo que les ha supuesto estar en primera línea.

El otro día tuve oportunidad de comprobarlo por mí misma. El conductor del autobús en el que viajaba, de repente, estacionó en medio de la calzada para acudir a uno de los WC móviles que se han instalado en las calles de la ciudad. Los usuarios nos quedamos boquiabiertos y él, casi avergonzado, se disculpó en varias ocasiones por haber tenido que abandonarnos momentáneamente y nos explicó que era el único servicio a disposición en toda su ruta. Entonces caí en la cuenta de que por más que los conductores han reclamado servicio de baño en las cabeceras de las líneas, no han sido instalados, y deben ser muchos los obligados a hacer un alto en el camino por no disponer de baños en los pocos minutos de descanso entre ruta y ruta. Lamentable.

Si un empresario cualquiera tratara así a sus trabajadores, no duden que la izquierda que gobierna en Cort clamaría al cielo pidiendo el cumplimiento de los derechos del trabajador y unas condiciones adecuadas para las mujeres y los hombres de la empresa. Pero hete aquí que, cuando son ellos los jefes, no les tiembla el pulso a la hora de imponer unas condiciones que pueden llegar a ser, incluso, humillantes.

La desaparición de líneas y paradas de bus es la punta de un iceberg que muestra la nefasta política de gestión de la empresa municipal de transporte público de la mano del alcalde socialista Hila y su equipo de gobierno. Lo que sufrimos los usuarios resulta casi insignificante comparado con lo que aguantan los trabajadores: incumplimiento de acuerdos, imposiciones y nulo diálogo, falta de sensibilidad, dificultades para intercambio de turnos, y mucho más. La izquierda parece no entender que un sueldo digno no lo es todo, pues eso va acorde con la responsabilidad que asume el trabajador. Lo que debe ser digno es el trato y, cómo no, las condiciones del trabajo.

Desde el Grupo Municipal del Partido Popular seguiremos insistiendo, aún más si cabe, para que los trabajadores de la EMT sean escuchados y respetados por los gestores y políticos responsables de la empresa y para que los ciudadanos recuperen los servicios perdidos en el zarzal generado por el pacto de izquierdas de Cort.