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El Parlamento Europeo levantó recietementela inmunidad de Carles Puigdemont y de otros dos miembros de su antiguo gobierno regional, también fugados de la justicia española. La Cámara continental, sin embargo, lo aprobó con una cantidad de votos en contra sensiblemente superior a los que suele haber en estas ocasiones, verbigracia las dos últimas peticiones iguales se resolvieron con el voto a favor del levantamiento de más de 600 miembros de los 705 electos que forman la institución. 

El camino judicial de la cuestión no se verá afectado por esta decisión que es política, más allá, por supuesto, de que ahora puede seguir dilucidándose en ámbitos jurídicos diferentes si hay que extraditar o no a los tres fugados. Algo que está muy lejor de ocurrir, si es que al final llega a pasar algún día. Lo relevante es el contraste enminentemente político del asunto. Que no es manco. Estamos ante la primera vez que todas las fuerzas políticas con representación en el Parlamento continental han tenido la opción de expresarse de manera formal en la sede legislativa paneuropea sobre la relación entre la Unión y un miembro de ella, como es España, debido a cómo éste trata a disidentes que aspiran a romper su integridad territorial de forma unilateral. No es baladí, la cuestión. 

La interpretación de ambos nacionalismos, el españolista y el catalanista, ha sido la propia del que se pone anteojeras para no ver nada que no esté mirando, así poder no mirar lo que no quiere ver y pretender que no existe. Lo de siempre. Por aquí no hay resquicio para la sorpresa. Nunca. El primero celebra todo ufano el levantamiento de la inmunidad, "lo único que de veras importa", y el segundo el triunfo moral por el resultado de la votación "que deja en evidencia a España". Si se deja al margen las dos hermanadas celebraciones, se puede analizar desde el estricto prisma político el tema en toda su novedad. 

En efecto, hasta ahora el conflicto catalán no había tenido ninguna opción de ser votado en una institución política internacional. Porque eso es lo que ha pasado en el Parlamento Europeo. Se pueden arguïr muchas excusas a modo de pantallas que intenten impedir ver el fondo, pero éste es cristalino. Es la primera vez desde la eclosión en 2012 del conflicto que un estamento de representación demorática supra estatal tiene la oportunidad de votar sobre el asunto catalán. Así lo han interpretado todas las cabeceras más relevantes de la prensa internacional. 

La inmunidad ha sido el mero detonante que ha permitido ver ese constraste político internacional sobre el tema. Hasta ahora todo eran, en relación a ello, interpretaciones sobre posturas particulares de un político u otro, sobre lo que decían los medios de comunicación, sobre qué podrían pensar los gobiernos que nunca se manifestaban en público... Ya no. Ahora existe una cuantificación política que se puede relacionar de forma directa con el conflicto catalán, con cómo se ve desde ahí afuera. No significa esto que los votantes en contra del levantamiento de la inmudidad estén por fuerza de acuerdo con el privilegio de secesión unilateral de Cataluña, que en absoluto es así. Pero sin duda sí que ven, al menos, la existencia de un conflicto político. 

El 42% de los representantes de los partidos con representación en el Europarlamento han votado contra la lectura del asunto que hace la oficialidad española en Madrid. Han rechazado que se trate sólo y en exclusiva de una cuestión judicial. Porque si así fuera hubieran actuado como lo hacen cuando aceptan levantamientos por estricta razón judicial: votando a favor con porcentajes muy superiores al de esta vez. 

No parece muy arriesgado concluir que la votación a favor del levantamiento de la inmunidad de Puigdemont ha "internacionalizado el conflicto", tal y como gustan de decir los independentistas catalanes, como nunca había pasado. Así lo ha visto, por ejemplo, el germánico Süddeutsche Zeitung, con más de 1 millon de ejemplares diarios, que es de orientación liberal, nada sospechoso de buscar la destrucción de España ni nada por el estilo, no en vano ha editorializado contra la independencia catalana; un diario que hace escasos ocho años casi que ni sabía donde estaba Cataluña, un buen indicio de cómo está evolucionando el asunto en los medios internacionales. 

Por primera vez queda en evidencia formal, en fin, que España tiene, en relación a Cataluña, un serio problema político que ya adquiere interés internacionaln y que así lo considera una parte importante de los representantes de la voluntad popular de la Unión Europea.