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Dice Mariano Rajoy ahora que ve “capaz” a Pedro Sánchez de pactar con toda la izquierda y partidos “separatistas”. Es un gran logro por su parte. Ha mejorado ostensiblemente la visión, no cabe duda. Desde la misma noche electoral esa suma es la única que tiene sentido. O Sánchez es presidente al frente de un gobierno contra el PP o vamos a nuevas elecciones. No hay más alternativa que sea lógica. Igualmente en Madrid muchos analistas, periodistas y comentaristas han descubierto, luego de casi tres semanas de haberse celebrado las elecciones, que en efecto podría ser así, tal y como teme Rajoy. Por lo visto sus cerebros han sido ungidos de golpe y, en general, porrazo por la evidencia tras la visita de Sánchez a Portugal para ver in situ cómo funciona eso de sumar a toda la izquierda contra la derecha. No le hacía ninguna falta ir tan lejos. Si en lugar de hacia el oeste hubiera mirado hacia el este habría encontrado en medio del mar otro ejemplo mucho más próximo, amén de por tercera vez repetido. Aquí en Baleares. Desde donde su compañera Francina Armengol le ha suplicado más de una vez que la tome como ejemplo. Igual que lo hizo en el último comité federal del PSOE el expresidente de los otros dos gobiernos contra el PP, Francesc Antich. Sin embargo el secretario general se fue de viaje al dulce Portugal. Por lo que parece el ejemplo balear no le basta. Debe ser que no le otorga enjundia suficiente como para ponérselo de rumbo a seguir. Quizá tenga razón. Tan poca cosa somos, tan, tan poca que el jefe socialista ni siquiera quiere mirar a sus conmilitones indígenas para alumbrar su camino. En fin. Volviendo a la cosa, en la Meseta parece que al fin a diestro y siniestro se han dado cuenta de lo que el sentido común advertía desde la misma noche electoral. Lo dicho: Sánchez presidente al frente de un viva-lo-que-sea-siempre-que-no-sea-el-PP o nuevas elecciones. Tiene derecho a intentarlo. Y sería perfectamente legítimo. Por mucho que el PP empiece ya a abrir paraguas antes de llover, augurando males apocalípticos, se trataría de un ejecutivo con mucha más lógica política que un gobierno suyo permitido por los socialistas. De hecho este último sería no solamente una aberración ideológica y un sinsentido político sino, también, un fraude democrático.