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El nuevo presidente, Mariano Rajoy, ha escenificado durante el debate de investidura la distancia que le separa de Amaiur. Sin embargo no ha querido argumentar nada a modo de respuesta a lo dicho por el portavoz independentista vasco. Ha sido claro éste, al decirle a Rajoy que “estamos condenados a entendernos”. Es así. Por mucho que pese a la extrema derecha, habrá entendimiento entre Amaiur y Rajoy. Por discretamente que sea. Y después habrá negociación entre el nuevo presidente y ETA. Exactamente igual que han negociado todos y cada uno de sus antecesores en el cargo. Incluido aquel José María Aznar que fue el que más lejos llegó en la comprensión del fenómeno político que habita tras el terrorismo: “movimiento de liberación nacional vasco” le llamó. Nada menos. Esta legislatura será muy importante para la evaporación de ETA. Y Rajoy va a negociar con los terroristas para conseguirla. Igual que han hecho todos los anteriores presidentes e igualmente todos, desde el lejano Adolfo Suárez, han ido debilitando políticamente a ETA a la vez que policía y jueces la reducían mediante la legítima represión. Así se habrá conseguido el final del terrorismo. Que no se espere sin embargo un acto de contrición pública etarra. Ni un momento concreto en que ETA deje de existir. No será así. Será una evaporación lenta y progresiva. Sin arrepentimiento formal colectivo, aunque seguramente alguno individual habrá en un futuro. Pero llegará ese final, y eso es lo que importa. Para llegar al cual el entendimiento entre Amaiur y Rajoy así como la negociación entre éste y ETA –y probablemente el proceso no acabará durante su presidencia- serán imprescindibles. Y se producirán. Por supuesto.