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La batalla campal del miércoles en universidades de Nueva York y Los Ángeles, entre policías y estudiantes propalestinos, que exigen a Israel que salga de la franja de Gaza y cese la matanza de civiles, supone un nuevo elemento de presión para el arrinconado Gobierno de Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí. El mandatario, desde el salvaje ataque de Hamás del 7 de octubre, que se saldó con más de un millar de judíos asesinados, ha demostrado una torpeza política sin parangón, que incluso ha estado a punto de provocar una guerra abierta entre Irán, la potencia regional, y el ejército hebreo. Se trata de una huida hacia delante de Netanyahu, que sabe que en cuanto la invasión de Gaza finalice tendrá que hacer frente a todos sus errores y será, con toda seguridad, relevado al frente del Gobierno. Incluso algunas voces afirman que puede llegar a ser juzgado por sus crímenes de guerra. Sea como fuere, el movimiento estudiantil de apoyo a Palestina abre una nueva brecha en un Gobierno israelí cada vez más solo y amenaza con extenderse a otros países.

Matanza indiscriminada.

Nadie discute el derecho de Israel a defenderse de Hamás y su atroz ataque, pero otra cosa muy distinta es que durante más de medio año de invasión de Gaza se estén cometiendo todo tipo de matanzas indiscriminadas de niños, mujeres y ancianos, que no tienen nada que ver con los terroristas. La barbarie debe cesar y se tiene que alcanzar un alto el fuego.

Rehenes.

Además, después de la muerte de más de 30.000 personas en la franja, la mayoría de rehenes israelíes siguen en manos de Hamás y el grupo terrorista no ha sido destruido, con lo que Netanyahu no ha conseguido ninguno de sus objetivos previstos cuando invadió Gaza. Este desastre debería hacer reflexionar al Gobierno israelí sobre su política de tierra quemada y las consecuencias que tendrá.