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La temporada turística que ya ha entrado en su recta final merece un serio análisis, más allá de las cuestiones estrictamente económicas. La excepcionalidad en cuanto a número de visitantes y el empuje de la práctica totalidad de los sectores vinculados al turismo no deben ocultar la existencia de problemas –y serios– que pueden llegar a comprometer nuestra imagen en el exterior. Uno de ellos, y de los más destacados, es sin duda el del transporte. Hasta el Govern han llegado las quejas de algunas patronales y ayuntamientos por el déficit en un servicio imprescindible tanto para residentes como para turistas y que requiere, como ya demandan, acciones de cara el próximo año.

Palma, una ciudad sin taxis.

Una de las situaciones más llamativas ha sido la severa carencia en el servicio del taxi en Palma. La circunstancia se puso de manifiesto durante semanas, en las cuales los usuarios se veían impotentes al reclamar un vehículo debido al monopolio de oferta centrada en Son Sant Joan y de manera también puntual en el puerto de Palma; todo ello coincidiendo con la llegada de cruceros. Durante horas, las centralitas quedaban colapsadas por la demanda de servicios, mientras los pocos que se cubrían estaban ligados a las carreras más rentables. El problema era extensible a la mayoría de los municipios turísticos del litoral y estaba agravado por la imposibilidad de encontrar alternativas debido al bloqueo de las licencias VTC, los ‘uber’.

Propuestas sobre la mesa.

La dimensión de la situación y sus causas son perfectamente conocidas, tanto por los propios taxistas como por las instituciones implicadas. Es, por tanto, ahora el momento de trabajar para encontrar propuestas que compatibilicen la rentabilidad de las licencias adquiridas –a precios en ocasiones muy elevados– con la atención de calidad para una demanda creciente. Es preciso evitar la prolongación del conflicto en beneficio de todos.