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Veintiún años después reaparece en Mallorca la lengua azul y tiñe aún más de negro el futuro del sector agrario insular. El virus transmitido por la picadura de un mosquito y que afecta al vacuno y, sobre todo, a las reses ovinas puede suponer el tiro de gracia a esta última actividad ganadera. Los criadores de cordero se enfrentan al rebrote en un momento ya de por sí crítico para sus intereses. La pandemia de coronavirus ha reducido de forma drástica las exportaciones y el consumo interior de ternasco sigue a la baja.

Crisis crónica.

No exageramos al calificar de dramático el momento actual del sector agrario insular. Instalado desde hace décadas en una crisis crónica, con la reaparición de la lengua azul llueve sobre mojado. Mientras las explotaciones lecheras han quedado reducidas a la mínima expresión, el avance de la bacteria Xylella fastidiosa no se ha detenido. Sigue arrasando hectáreas de almendros, haciendo inviable la comercialización rentable de su fruto, y en algunas zonas de la Isla ha empezado a afectar a la viña. Los olivos tampoco son ajenos a su amenaza, ya consumada en Italia y en algunas regiones del Mediterráneo peninsular.

Consumo local.

La salvación de la cabaña ovina balear pasa por, a corto plazo, la vacunación masiva de cabezas, tanto de las que cuentan con cartilla sanitaria como de las que no. Que a partir de ese momento quedarán ya registradas. Otra cosa es el medio y largo plazo. El porvenir del sector no es esperanzador, pero la preferencia cotidiana por el producto local ayudaría a estabilizarlo. El virus de la lengua azul es inocuo al ser humano y, por tanto, podemos consumir carne de un cordero que lo haya superado. Priorizar su consumo sobre otras reses foráneas y dar oportunidad a la leche, el vino o el aceite de Mallorca puede ser determinante. Para ello también hace falta una buena distribución en los centros de venta y una promoción adecuada.