El blockchain garantiza que la criptomoneda sea descentralizada, fiable y abierta a todo el mundo. Sin embargo, sus costes no se deben menospreciar. | Pete Linforth

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Las granjas de minado de criptomoneda son para muchos una realidad totalmente desconocida, y los conceptos que esconde esta tendencia económica representan un glosario que bien podría sonar perteneciente a un relato de ciencia ficción. La noticia de una actuación policial que 'confundió' en Reino Unido a los investigadores, que descubrieron cien equipos enganchados a la red pública de alumbrado esperando hallar una plantación de marihuana, ha suscitado dudas sobre las criptomonedas y sus características más básicas.

En primer lugar, ¿qué es el minado de criptomoneda? Para dar respuesta a esta cuestión debemos conocer la tecnología blockchain, responsable de su desarrollo y a la vez garantía de control descentralizado. Esta última palabra es clave, puesto que los fans de las criptomonedas ensalzan esta como una de sus principales características: no estar sujeta a los designios de un regulador externo, como un Banco Central o una Reserva Federal.

Las operaciones con criptomonedas se realizan en una red de miles de nodos. Por nodo se entienden los grupos de computadoras interconectadas entre sí, que pueden ser millones, y cuyo objetivo es verificar las transacciones para posteriormente integrarlas a la blockchain de manera pública. Ello impide, en teoría, el fraude, ya que una vez verificadas las transacciones estas no tienen vuelta atrás. Además conlleva la imposibilidad de gastar dos veces la misma criptomoneda, algo que también difiere de los sistema de moneda convencional, amparados a veces en una riqueza inexistente o en una deuda soberana incuantificable.

De este modo el minado de criptomonedas se identifica como el conjunto de procesos a través de los cuales se procesan y validan las transacciones de una criptomoneda dentro de una red blockchain. Cada moneda, por cierto, cuenta con su blockchain particular.

Algunos entendidos explican la minería de criptomoneda con el símil de la cadena inseparable. Cada transacción podría ser un eslabón, y la cadena de principio a fin anota a modo de registro todos los movimientos de la criptomoneda desde su nacimiento.

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En este contexto es la criptografía la encargada de validar la seguridad y la privacidad de la operación. Dicho de otro modo, para llevar a cabo una transacción hay que dar respuesta a un acertijo criptográfico, un algoritmo por cuya resolución compiten los ordenadores que constituyen los nodos de la red.

Estos ordenadores, como los cien localizados en el lugar donde los investigadores pensaban que se escondía una plantación de cánnabis, son los verdaderos mineros de la criptomoneda y el primero en resolverlo obtiene una recompensa.

Estos equipos funcionan de forma intensiva, 24/7, buscando dar en la tecla para que su propietario obtenga un rendimiento económico; el motivo real por el que el usuario ha llegado hasta aquí. La proliferación de las criptomonedas implica, obviamente, un incremento del gasto energético, algo que aparentemente tiene claras connotaciones medioambientales.

Pero hay algo más. La propia naturaleza de la minería de criptomoneda implica que la complejidad aumente exponencialmente con cada uso de la cadena. Cada vez es más difícil resolver el algoritmo requerido, con lo que el esfuerzo por responderlo crece sin fin. Algunas voces expertas indican ya que el dispendio de energía en su generación de Bitcoin, una de las criptomonedas más populares, se asemeja al del funcionamiento de todo un país con millones de habitantes como Argentina.

Obviamente no todos los ordenadores pueden especializarse en esta labor, y normalmente se dedica a estos usos potentes procesadores, por lo que los dispositivos móviles o los ordenadores portátiles quedan excluidos. Además, algunos mineros constituyen alianzas con otros productores de criptomoneda a través de granjas de minado, instalaciones de hardware que se dedican de forma exclusiva e intensiva a minar criptomonedas.