Jesús Molina, durante la entrevista con Última Hora. | Click

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A Jesús Molina, vecino de la calle Manacor, le conocimos hace algo más de un mes. Fue a raíz de una entrevista que le hicimos con motivo de una serie de deficiencias en la citada vía, entre otras las originadas por un solar, propiedad de la empresa SAREB, okupado por un boliviano desde hace tiempo, en el que ha construido pequeños habitáculos en los que duerme y se asea. Un solar que, en parte, dicho okupa ha llenado de cachivaches y miseria en forma de una vieja cocina de butano, dos camas con otros tantos colchones, mantas, ropa variada, bolsas con latas de cerveza vacía, una oxidada torradora que funciona cada vez que sus amigos van a visitarle, cosa que es lo que más preocupa a Jesús, ya que la velada, entre la fogata y música a todo volumen se suele prolongar hasta bien entrada la madrugada, lo cual imposibilita llevar a cabo una vida ordenada y sin sobresaltos. Y si encima a la esposa no le acompaña la salud…. El vecino-okupa le dice que le comprende, que se va a ir, pero nunca se va. De vez en cuando sale, tras cerrar la puerta bajo candado, para regresar al rato. Y a veces lo hace solo, a veces con amigos…

Una noche en el calabozo

Por otra, Jesús nos muestra que desde que tiraron la casa que se levantaba donde ahora está el solar, los cables telefónicos que cruzaban su fachada, al no existir ya esta -no existe porque la casa tampoco existe- ahora lo hacen de un poste a otro que de forma chapucera han sido colocados sobre la acera. Para colmo, el cerramiento que separa el solar de la calle es de lo más simple y endeble que hay, tanto que de un simple empujón, rueda por los suelos. Por eso, Jesús ha pedido muchas veces a Cort que lo valle como dicen las ordenanzas municipales. Pero ha sido en vano.

Y… pues como en esa última semana ha ido tantas veces el cántaro a la fuente, al final se ha roto. El okupa ha dejado el solar, con la puerta abierta, cosa que ha aprovechado Jesús para cerrarla con una cadena, lo cual no ha servido de nada, porque ha regresado el okupa y lo ha vuelto a okupar tantas veces como ha querido, hasta que en la última, Jesús, que en otra salida del okupa se había vuelto a hacer con el solar, cerrando la puerta con otro candado, se plantó, diciéndole a la policía que no lo abría, lo cual hizo que esta se lo llevara sin que apenas pudiera decirle a su mujer que le habían detenido.

Jesús pasó la noche en los calabozos de comisaría. «Igual que los otros detenidos, me tomaron las huellas, me fotografiaron… ¡Me ficharon, vamos! Como si fuera un delincuente, cuando no soy más que un ciudadano que vela por lo que creo que son mis derechos, y encima me obligan a que deje a mi mujer, enferma, que apenas se puede mover de la cama, en casa y sola», explica.

Imagen del polémico solar de la calle Manacor. Foto: Click
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¿Que qué recuerda de esa noche pasada en los calabozos? La pregunta se la hacemos al día siguiente, pocas horas después de haber recuperado la libertad… «No la voy a olvidar en mi vida. Primero por estar allí dentro sin ser un delincuente, sino siendo un ciudadano que lo único que pretende es defender sus derechos. Segundo, no la voy a olvidar por el lugar en sí: ¡Horrible!, sucio, con mierda acumulada tanto en el suelo como en las paredes. En un sitio como ese pierdes la dignidad. Y lo más lamentable de todo, que al día siguiente, esperando a que manden ante el juez, como están haciendo con los otros, me dicen que me puedo ir a casa. Si el juez desea hablar con usted, se le avisará, me dice el policía señalándome la puerta», prosigue.

Tres peticiones

No tengo nada en contra la policía, es más, creo que el trabajo que hacen es bueno, pero conmigo se han equivocado. Y encima todo sigue igual: el okupa en el solar, este con una valla que se cae al primer empujón que le dan, los postes con los cables siguen en la calle, a mi me meten en el calabozo por no querer abrir el candado y ahora el okupa lo tiene puesto en la puerta». Volviendo a la noche pasada en el calabozo, le preguntamos cómo la vivió.

«¡Horrible! Verme allí, me deprimió… Pensaba en mi mujer, ¿sabe…? ¿Cómo se las estaría arreglando sola…? Porque, ¿sabe? Hace unos días sufrió un accidente y tiene que guardar reposo en cama…¡Y ahora estaba sola! Estaba desesperado pensando en ella…. Por otra parte, yo tampoco ando bien de salud… Tengo reconocida una invalidez absoluta del 60% por tener varias enfermedades, como estar operado del corazón, llevar cuatro baipases, haber sufrido un ictus…. Hasta que en un momento determinado, más que convencido que iba a estar allí, como mínimo, una noche, por lo que nada podría hacer por mi esposa, como practico yoga, me senté en el suelo, cruce las pierdas y medité… ¿Y saben quién se me apareció…? ¡Mandela! Y yo me dije, si él, por solo defender sus derechos, estuvo 40 años preso en una cárcel de Sudáfrica, yo, que tampoco he hecho nada, debo de aguantar esta noche como sea. Y con esa mentalidad me quedé, y estuve tan concentrado que el tiempo se me paso de forma rápida. ¡Todo gracias a Mandela! Y como él, no voy a ser vengativo, sino esperaré a que todo se normalice».

Jesús reconoce que en ningún momento le esposaron, que le ofrecieron cena y desayuno, que rechazó, no así el agua y un zumo. «El trato, por su parte hacia mi fue de lo más correcto», apunta. Por último, dice que quisiera añadir tres cosas. «Una, que ayuntamiento de Palma limpie ese solar, y que lo desinfecte. Y que siga analizando si el material con el que han tratado la pared lateral del edificio donde vivimos es inflamable. Porque más vale prevenir, y más cuando los okupas, según que noches, hacen fuego. Dos, al concejal y responsable de Urbanisme, le pediría que hiciera cumplir, pero ya, la ordenanza referente a vallado de solares. Y tres: que los servicios sociales entren y vean cómo está el okupa boliviano, en qué condiciones de salud se encuentra y cómo es el habitáculo en el que se cobija. Porque hay días que no está bien».