Riesgo en cada pirueta

Desde sus inicios en Alemania, ya han organizado 200 eventos en todo el mundo. Esta era la primera vez que el espectáculo llegaba a la Isla y la respuesta del público fue excelente. Se organizaron dos pases: mientras que a las 16.30 horas quedaba alguna butaca libre, a las 19.30 en el Velòdrom no cabía un alma. Los presentes disfrutaron de las acrobacias más arriesgadas, de la mano de experimentados pilotos. Los riders demostraron toda su habilidad desafiando a la gravedad en saltos de treinta metros de altura; trucos de vértigo, como backflips, saltos mortales hacia atrás; bars attacks, en los que el piloto coloca el cuerpo vertical con las dos manos en el asiento de la motocicleta, o los inconfundibles cliffhangers, un salto en que el piloto coloca los pies bajo el manillar y extiende sus extremidades.

El rugido de los motores y las ovaciones del público se entrelazaron en una sinfonía de acción, aderezada por los juegos de luces, los efectos especiales y las explosiones -propias de A todo gas- que dejaron a todos los presentes boquiabiertos y al filo del asiento. En las gradas del Velòdrom se podía ver público de todas las edades; es natural, porque los pilotos soprenden hasta a quién piensa haberlo visto todo.

Los amantes de la arriesgada y joven disciplina, nacida en los años 90 -en 1991, Jose Yanez fue el primer biker en completar un backflip- pueden ahondar en su historia y conocer su cara oscura en el documental Unchained: The Untold Story of Freestyle Motocross, una forma de entender todo el sacrificio y el dolor neceario para crear este espectáculo.