Esta celebración ha se consolidó como una de las primeras ferias monográficas gastronómicas de Balears. | Archivo

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Desde el año 2001, y cada tercer domingo del mes de mayo, se celebraba en Sant Jordi la Fira del Caragol, una cita que únicamente paró durante la época de la COVID-19. Pero este año, tras la junta realizada el pasado día 29 de febrero, se ha decidido no celebrar la iniciativa que Josep Maria Lendínez, Tomeu Mayol, Toni Ramis y José Xelet tuvieron hace más de 20 años una noche en un bar de Casa Blanca. «Al día siguiente ya tenía varias empresas y comercios de Sant Jordi que querían colaborar en la Fira», recuerda Lendínez, presidente de la asociación Fira del Caragol.

Sin prácticamente ayudas, ni subvenciones, los últimos años su celebración se ha complicado cada vez más. A ello se suma la situación de esta barriada palmesana, a las afueras de Ciutat, con carácter de pueblo. «La filosofía de la feria era la de dinamizar el pueblo, desde los comercios hasta el colegio público, recuperar los terrenos agrícolas y convertirse en una cita gastronómica con el caracol como protagonista, entre otras cosas. Pero actualmente ya no quedan comercios y Sant Jordi se ha convertido en un pueblo dormitorio», lamenta. Los pequeños alumnos del CEIP Sant Jordi participaban cada año en un colorido concurso de dibujo, en el que el gran protagonista era el caracol.

Sin ayudas ni subvenciones

Miles de personas de toda la Isla visitaban cada año la Fira del Caragol, que creció de manera exponencial con más participantes. «Al principio se hizo para los comercios y empresarios de Sant Jordi, s’Aranjassa y Casa Blanca, que se implicaron desde el primer momento, pero últimamente pocos eran los comerciantes de la zona y se ha perdido la esencia». La cita reunía el tercer domingo de mayo los puestos y tenderetes de artesanos en la plaza y calles adyacentes de San Jordi, pero el día anterior, los más pequeños vibraban con las carreras de caracoles. Una competición en la que los moluscos avanzaban por un listón de madera hasta llegar a la meta, jaleados por los participantes y animados con hojas de lechuga, hinojo o pulverizando de agua el camino. Una fiesta que este año se queda en silencio y con pocas posibilidades de su continuación en el futuro.

«El Ajuntament de Palma no ha puesto el interés que corresponde. En ocasiones ha habido voluntad pero las instituciones no concretan las dotaciones de subvenciones, por lo que no es viable organizarlo», comenta. Lendínez agradece la ayuda de los jóvenes, pero entiende que «también tienen sus cosas y no están por la labor, al igual que a mucha gente que ahora le dará pena que no se celebre, pero que sólo venían a firar».

La Fira del Caragol ayudó a empresas de criadores, así como productores y comercializadores de caracoles de Mallorca. Y la elaboración, en cocina, de este molusco ofrecía una gran variedad que era degustada y apreciada por miles de visitantes. La cita se convirtió en una de las ferias monográficas gastronómicas, «y, si no fue la primera, sería de las primeras», añade Josep Maria, al tiempo que recuerda que uno de los peores momentos fue después de la pandemia. «Aún así hicimos la edición XXI, pero continuar está siendo muy complicado. Es tirarnos a la piscina como nos ocurrió en la crisis de 2009. Así que estamos luchando contra corriente y ahora mismo estamos en reset».