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«Al igual que una vida empieza, otra acaba. Moga 90 se despide de toda una vida, que fue creciendo con una gran familia». Estas son las palabras con las que el propietario del restaurante Moga 90 de Palma, Víctor Manuel Garrote (1975), se despide de sus clientes tras 34 años al pie del cañón. Este restaurante de la barriada del Camp Redó, y conocido en toda la Isla, abrió sus puertas en 1990, «fueron unos años de mucha lucha, trabajo y sacrificio: en sus comienzos, el Moga estaba abierto 24 horas» recuerda Víctor Manuel, que rememora con cariño como sus padres, Celia Carboneras y Manuel Garrote, abrieron sus puertas junto a su estimado socio Alberto Molina. Ahora, después del fallecimiento de su padre en 2020, Víctor Manuel sentía que necesitaba un cambio de aires.

«Lo que me ha llevado a cerrar el Moga ha sido la muerte de mi padre. Sinceramente, veía a mi madre aquí conmigo y pensaba: "Yo paso, hay que cambiar". He esperado a que se jubilase, bien jubilada, porque ha estado toda la vida trabajando como una esclava. Y lo hemos conseguido. Yo podría quedarme aquí, pero necesito nuevos retos. Una nueva vida, nuevos objetivos, y tengo un montón de proyectos en la cabeza. Pero lo primero que voy a hacer es el Camino de Santiago, para agradecerle a Dios todo lo que me ha dado en este tiempo», expresa Víctor Manuel, a quien amigos y clientes habituales podrán visitar en el Moga hasta el próximo domingo 3 de marzo, cuando clausurará de forma definitiva. «Yo estoy contento, ojo. Pero estoy experimentando un cúmulo de sentimientos de miedo, nostalgia y felicidad que forman parte del proceso. Entré a trabajar con 15 años y saldo con 48, así que ya me dirás tú», añade.

Para Víctor Manuel, la calidad siempre ha sido la seña de identidad del Moga 90. «Somos especialistas del buen comer y el buen beber. En los primeros años, se formaban colas para probar nuestros menús. Después cambiamos a carta, con buenos pescados y carnes, jamón de pata negra... Todo de Primera División. En 2000 nos separamos de nuestro socio -no por nada en especial, porque la amistad quedó intacta. Alberto y el Moga es uno, es como de la familia-, y la familia Garrote se quedó al frente. Y hasta hoy», explica Víctor Manuel, que ha decidido traspasar el local.

«Lo que monten aquí va a ser algo espectacular, eso es lo que más me ha gustado. Después del Moga, que es un emblema, va a haber algo único en España. Se cierra un ciclo y se abre otro, de innovación. Vino mucha gente a por el traspaso, y he querido dejar en buenas manos el local. Los sentimientos no valen dinero, pero sí tienen valor», concluye el propietario.