Desde 1993, el Club de Gent Gran Es Turó organiza esta divertida fiesta popular, en la que no pueden faltar el sacerdote y sus monaguillos, las plañideras y, por supuesto, la sardina, creada normalmente por carpinteros del pueblo, en este caso Felip Cañellas, con la ayuda de miembros del club. | Pere Bergas

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Con hondo pesar y profunda tristeza, después de unas semanas de magia y color, de experimentar la vida en otra piel, Mallorca se despide del Carnaval. Distintos municipios de la Isla organizaron este martes el tradicional entierro de la sardina, un desfile carnavalesco que parodia un cortejo fúnebre a la antigua usanza y simboliza la restauración del orden social subvertido por la fiesta, dando la bienvenida a la restrictiva época de la Cuaresma. «Empezamos a celebrar el entierro en 1993. Viene mucha gente y lo pasamos genial; es una tradición muy arraigada», afirma la presidenta del Club de Gent Gran Es Turó, Adoració Rojas, que en la tarde de este martes celebraron su 32 edición en Pòrtol, en colaboración con la asociación Enfangats y el Ajuntament de Marratxí.

A las 17.30 horas, en el local de la asociación comenzó el concurrido velatorio de la sardina, obra del carpintero Felip Cañellas, con las plañideras llorando el deceso del pez. En un mar de lágrimas, los presentes sacaron a la sardina, de 2’20 metros y unos quince kilos de peso, y comenzaron con el pasacalles, que recorrió las principales vías del pueblo, con sus vecinos vestidos de riguroso luto y algún que otro niño que se negaba a deshacerse de su disfraz. Encabezada por la Banda Municipal de Música de Marratxí y varios dimonis des Fang, esta vez en el papel de parca, y con Toni Borràs como sacerdote y Francisca Barrera, Maria Pizà, Maria Ferrer y Joana Maria Oliver como monaguillos, la comparsa fúnebre se dirigió con gran solemnidad hacia la Plaça de Can Flor.

Ya en la plaza, tras darle tres vueltas a la hoguera y pedirle su autorización al alcalde, que asistió al funeral junto al equipo municipal, los portadores lanzaron al fuego a la sardina. La fiesta concluyó con una sardinada, con más de medio millar raciones, acompañada por cocas dulces y de verduras.

El entierro llegó también a Felanitx donde los ‘Penitents de la Sagrada Sardina’ fueron los organizadores del evento un año más, con una notable participación de vecinos que se sumaron al acto. Así, en los pórticos de la casa consistorial se montó la capilla ardiente. Posteriormente, en el interior del mercado, se celebró el funeral, este año a cargo del Bisbe Catxumero. Amigos y familiares de la sardina, de negro riguroso, rompieron a llantos para darle el último adiós. Finalizada la ceremonia, la comitiva fúnebre acompañada de la batucada de los Espiatocats hicieron un recorrido por las calles del pueblo, hasta llegar otra vez al Mercat Municipal, donde la sardina fue incinerada. La velada tragicómica finalizó con un piscolabis para los asistentes. Cada vez más jóvenes se suman a esta actividad que cierra el carnaval.

En otros lugares como Son Carrió también está muy arraigada la fiesta. Los vecinos se vistieron de luto y salieron en procesión desde la entrada del pueblo.