Así son las escaleras de Can Gaza. | Click

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La pasada semana les comentamos el problema que a día de hoy tienen las personas que viven en Can Gazà, sobre todo las que tienen problemas de movilidad, que son la mayoría, ya que sobre sus espaldas se acumulan los años y los achaques. El problema se pone de manifiesto cada vez que una de estas personas intenta subir y bajar por las escaleras que conducen a la primera planta, que es donde prácticamente hacen vida, pues en ella tienen la cocina, el comedor y los dormitorios, aunque también tienen que estar abajo, no solo en la planta baja, donde hay otras dependencias, sino en el huerto y donde están los animales, como las gallinas, para recoger los huevos que ponen a diario, y… Pues que, como decimos, muchos tienen serias dificultades para subir y bajar las escaleras. Incluso algunos, a día de hoy, ni las pueden subir ni bajar. Ni siquiera bajar un escalón. Por ello, a través de este diario, hicieron una llamada a la gente en general para que les ayudaran a comprar e instalar una plataforma con la cual poder subir y bajar sin depender de su esfuerzo y del poco equilibrio que les queda. Y, por lo que nos cuenta Jaume Santandreu, la gente está respondiendo, aunque todavía hay bastante que recaudar, ya que, entre una cosa y otra, todo sale por unos 16.000 euros, pero «confiamos en que la gente nos va a ayudar», asegura Jaume, a quien una flebitis en una pierna le obliga a estar tumbado en la cama.

«Realmente –dice–, o estoy ahí, tumbado, reposando, o en la cocina, haciendo la comida que unos días a la semana mandamos a Zaqueo».

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A Juanito, hoy por hoy, le es imposible bajar la escalera. ¡Y menos subirla!

«Todos hacemos algo»

Ayer estuvimos en Can Gazà, donde, pese a todo, la actividad es total. Es decir, todos los que viven en el caserón tienen cosas que hacer, de acuerdo a sus posibilidades, sobre todo físicas, por lo que nadie está con los brazos cruzados, contemplando la vida. «No –asegura Santandreu– aquí, o poco o mucho, siempre dependiendo de nuestras posibilidades físicas, todos hacemos algo. Por una sencilla razón: porque no queremos que nadie nos regale la comida, sino que comemos gracias a nuestro esfuerzo, haciendo algo por la comunidad. Por eso, nadie podrá decir de nosotros que vivimos de la caridad. ¿Que nos ayudan? ¡Pues claro que sí!, pero, todos sin excepción, tenemos una labor encomendada cada día». Jaume, tras cerciorarse de que todo está en marcha en la cocina, se tumba en el sofá, a descansar un rato. Por su parte, Juanito, que es su compañero de habitación, siempre sentado en su silla de ruedas por tener una pierna amputada, y ahora un brazo y una mano fastidiada, y con el tubito de plástico conectado a su nariz, recibiendo oxígeno, sigue sin perder de vista la cocina mientras hace otras cosas, como ir metiendo en los tápers la comida que mandarán a Zaqueo.

Tres meses sin cobrar

Tiene 64 años, vive en Can Gazà desde hace 12 y tiene la pierna amputada desde hace 6 años. «¿Que cómo llegué hasta aquí? Pues conocí al médico Miquel Barceló en Sant Joan de Déu, y como supo que no tenía dónde vivir, me trajo aquí. Y aquí sigo, y seguiré hasta el día en que me muera, y es que no tengo otro lugar donde estar, ni desde luego estar como aquí. Por eso digo que aquí estoy como un rey… Mejor que si estuviera en una casa de mi propiedad, cosa imposible, pues como digo, no tengo nada, tan solo una paga no contributiva de algo más de 400 euros, paga que desde el verano pasado no cobro a causa de no se qué… Pero que ahora, Caty, la administradora de Can Gazà, me está arreglando, por lo que dentro de poco volveré a cobrar, pagándome, además, tres meses de retraso. Afortunadamente, he podido aguantar porque estoy aquí. Porque me pilla en la calle, en silla de ruedas, sin dinero… ¿Y qué hago?».

Realmente no sabe por qué le dejaron de pagar, aunque lo intuye… «Por lo visto me mandaron una carta pidiéndome unos datos y, pues como no entendía nada, ni tampoco supe adónde acudir, ni dónde preguntar qué datos eran y cómo los podía volver a conseguir, me perdí entre tanto papeleo y dudas, se me pasó el tiempo y no contesté, y pues que dejaron de pagarme. No porque yo no quisiera colaborar... ¡Es que no sabía cómo hacerlo! Así que hablé con Jaume, este con Caty, y ella empezó a mover papeles y a hablar con quien debía. Total, que gracias a su gestión, me han dicho que vuelvo a cobrar. ¡Menos mal! Que muchos que no tienen la suerte, como yo, de tener a su lado a personas que saben cómo contestar a las cartas que te manda la Administración pidiéndote tal o cual cosa, no han sabido responder… Pues por eso, porque igual no saben cómo hacerlo, o dónde hacerlo, lo cual se ha traducido en que se han quedado sin paga. Y en la calle, sin un poco de dinero, no es fácil sobrevivir».

No se olviden del elevador

Juanito llegó a Mallorca desde su Extremadura natal para trabajar como cocinero, cosa que hizo durante unos años, hasta que su vida tomó otros derroteros que algún día abordaremos. Porque hoy no toca. Hoy interesa seguir divulgando esa necesidad que tienen de un elevador los que viven en Can Gazà, y dar la buena nueva de que Juanito volverá a cobrar su paga no contributiva, que dejó de percibir por no saber rellenar una documentación. En fin…

Dicho lo cual, volvemos al problema de los que viven en Can Gazà… Queremos recordar a aquellas personas que estén dispuestas a echar una mano para que el elevador sea una realidad, es decir, para que pronto lo veamos en la escalera, las cuentas corrientes donde podéis ingresar lo que consideréis: en Caixa Colonya, ES65 2056 0009 7510 0107 9720; y en CaixaBank, ES81 2100 1406 1402 0009 0834.

Venga, seamos espléndidos y busquemos entre los bolsillos.

No te olvidamos

Este 5 de diciembre, se cumplieron 29 años del fallecimiento de Lina, peluquera y maestra de peluqueras, mujer de Ginés, que iba para médico y terminó de peluquero. Ginés y Lina, ¿recordáis?

Pues sí, han pasado ¡casi 30 años!, y parece que era ayer cuando estábamos con ella. Y es que Lina dejó huella entre las personas que conoció. Por eso, no la olvidamos. Sí, pasarán los años, pero ella seguirá entre nosotros. Por eso, desde aquí le mandamos un fuerte abrazo a Ginés. Sabemos que está con él siempre.